Jueves 18 hs, ingreso a la última videollamada del día: “Equidad Racial en Latam – Parada de Reflexión”. Me uno por invitación de su impulsora, Carolina Gowland, parte del equipo de PYXERA Global, por el profundo interés que despiertan en mí los tópicos de Derechos Humanos y porque la sola idea de frenar para reflexionar me convoca. Me sumo silenciosa, como quien entra a un lugar en puntas de pie, intentando al mismo tiempo descifrar de qué se trata la reunión. Y aunque sólo pasan unos minutos, puedo decir dónde estoy: es una especie de fogón, un círculo de personas ávidas de transformación, dispuestas a desempañar los lentes opacos del privilegio y echar al fuego las creencias erradas. Quizás lo más importante, decididas a escuchar testimonios duros y verdades incómodas, a iniciar un honesto camino de deconstrucción.
“No entiendo nada”, le digo a Carolina a los cinco minutos de terminar la sesión. Le aclaro que no es falta de claridad de quienes hablaron. Al contrario, es el crudo desconcierto que viene de ver de forma tan transparente que pasé demasiado tiempo lejos del tema y, en consecuencia, sin tomar ningún tipo de acción que ayude a transformar esa realidad tan desigual. Sacudida, aún movilizada, empecé a investigar; leí publicaciones, informes varios, llené fines de semana enteros con series y documentales del tema. Cuánto más me sumergía, más preguntas emergían a la superficie.
¿Por qué para algunas personas la discriminación racial es un tema del pasado y para otras el mayor motivo de dolor y de lucha? Si en Latinoamérica 1 de cada 4 personas es afrodescendiente o indígena: ¿Por qué no están en las reuniones de trabajo? ¿Qué rol tienen (tenemos) las personas “blancas” en la construcción de organizaciones y sociedades equitativas?
En este artículo, comparto nociones básicas y fundamentales que me ayudaron a ampliar la comprensión sobre la Equidad Racial.
Desde el punto de vista biológico, no hay razas
Cuando miré de cerca, el primer velo que se corrió fue la mismísima existencia del concepto de “razas”, con s, en plural. ¿Lo que me habían enseñado en la escuela estaba mal? José Marín Gonzáles, Doctor en Antropología lo confirma: “Todos/as pertenecemos a la misma especie biológica y compartimos un mismo ancestro, el primer homo sapiens sapiens. A su vez, cada ser humano tiene una historia genética única.
Esto quiere decir que las ‘razas’ no existen ni biogenéticamente ni científicamente pero el racismo sí como ideología.
Si de ‘razas’ se tratara existe una sola: la humana. A pesar de nuestras múltiples diferencias físicas, terminamos por emparentarnos por los miles de millones de genes que tenemos en común, más allá de todos los prejuicios y estereotipos que culturalmente hemos inventado”, agrega.
¿Y las diferencias en el color de piel, por ejemplo? “Estas dependen de un pigmento llamado melanina y surgen en función de la latitud donde las personas habitan; aquellas ubicadas en los trópicos tienen una piel más bronceada que aquellas en latitudes menos expuestas”, dice el mismo autor. Esto se volvió más transparente cuando escuché en otra de las Paradas de Reflexión a José Antonio “Pepe” Aguilar, Director de Racismo Mx, distinguiendo el fenotipo de la raza: “Las diferencias fenotípicas son los rasgos observables en los cuerpos como, por ejemplo, el color de la piel, la textura y el color del pelo, la forma de la nariz, de los ojos, del cráneo, entre otros. El fenotipo se ha confundido con la raza”.
La raza existe como construcción social, tal como sucede con el género
Por este motivo, está anclada en un momento histórico particular y hay razones concretas que impulsan su surgimiento. “Pepe” explica que la racialización, es decir, la lectura de los cuerpos según el fenotipo y la asignación de una valoración y una jerarquía (“blanco superior/negro inferior”) es la base del racismo. Y éste tiene lugar y fecha de nacimiento: surge en Europa y a lo largo de la historia ha servido para justificar los procesos de colonización de América y la dominación de sus pueblos originarios. De esta manera, la idea de raza no aparece de forma espontánea ni guarda vestigios de inocencia; es perfectamente funcional a los intereses del grupo hegemónico de la época.
Otra de las especialistas invitadas a las Paradas de Reflexión, Laura Omega, activista, afro-feminista y educadora popular nos ayuda a entender la complejidad de este fenómeno: “El proceso de blanqueamiento consiste en idealizar y perseguir la blancura, práctica social, política y económica colonizadora que ha sido utilizada en Argentina con el objetivo de ‘mejorar la raza’.
Tal es la fuerza de este proceso blanqueamiento que en el artículo 25 de la Constitución Nacional Argentina, el texto jurídico-político más icónico del país, se encuentra escrito: “El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea”.
Nos faltaron dos bisabuelas: la negra y la indígena
El relato hegemónico latinoamericano y argentino en particular se sustenta principalmente en la idea de que nuestros antepasados bajaron de barcos europeos. Basta con prestar atención a las conversaciones de las sobremesas familiares, los libros escolares, las poesías, las obras de teatro, en los más diversos dispositivos se reproduce la misma historia una y otra vez; la de los inmigrantes europeos que vinieron “con una mano atrás y otra adelante” a “hacer la América”. Historias de desarraigo, soledad, sacrificio y esfuerzo. Relatos dolorosos y ciertos aunque incompletos.
La élite intelectual (blanca) que escribió la historia de nuestros países decidió omitir la existencia de los otros barcos; aquellos que llegaban abarrotados de personas del continente africano que serían esclavizadas tan pronto pisaran el nuevo suelo, así como también la de los pueblos originarios que ya existían en éste.
La invisibilización de estos dos grupos (negros e indígenas) en la narrativa cultural e histórica deja una huella todavía fresca en el acceso a sus derechos, y al mismo tiempo, en la identidad individual y colectiva, obstruyendo el surgimiento de preguntas necesarias. Si estos grupos existieron y existen, ¿dónde están sus hijos/as, nietos/as y bisnietos/as? No todos pueden haber muerto en las guerras, como dicen algunos. ¿Y acaso no tuvieron descendencia? ¿Podría haber en familias “aparentemente blancas” ancestros negros y/o indígenas? ¿Cambiaría en algo la forma de aproximarnos al tema si supiéramos que también tenemos sangre de su sangre?
¿Racista, yo? Es momento de asumirlo
Todos/as somos racistas en mayor o menor medida. Incluso las personas racializadas que sufren sus consecuencias en algún momento pueden reproducir prácticas racistas. La razón está anclada en la naturaleza del racismo; no se trata simplemente de una acción puntual, sino de un sistema estructural e histórico. “El racismo es una forma sistemática de discriminación que tiene como fundamento la raza y que se manifiesta por medio de prácticas conscientes o inconscientes que culminan en desventajas o privilegios para los individuos, dependiendo del grupo racial al cual pertenezcan”, sostiene el filósofo y abogado brasileño Silvio Almeida.
El racismo es como el aire tóxico que respiramos, nadie puede escapar de él. En todo caso tenemos la oportunidad de practicar una desintoxicación consciente que implica bastante más que pronunciarnos en contra de la discriminación racial; necesitamos un involucramiento sensible y fundamentalmente activo.
“Nadie me lo contó” o cómo se vive la raza en carne propia
Con el objetivo de sumar diversidad de miradas y conocer sus propias vivencias en lo que se refiere a la raza, tuve el placer de entrevistar a dos personas fuertemente comprometidas con la causa desde diferentes ópticas. La primera es Gilma Vieira da Silva, Licenciada en Trabajo Social (UnB, Brasil) y Magíster en Derechos Humanos y Democratización en América Latina y el Caribe (UNSAM, Argentina). Gilma es Coordinadora del Programa Dale Más Afro cuyo objetivo es impulsar la visibilización y la representación de la población afro en Argentina y en toda América Latina, el reconocimiento de su trabajo y la reivindicación de sus aportes culturales. Además, fue una de las especialistas invitadas a los encuentros de Reflexión. La segunda entrevistada es Carolina Gowland, Psicóloga (UBA, Argentina), Líder para Latinoamérica de PYXERA Global, una organización internacional sin fines de lucro que tiene la diversidad y la inclusión en el corazón de sus actividades. Carolina es coordinadora de las Paradas de Reflexión sobre Equidad Racial.
– Si la raza es como el género, una construcción social, me gustaría empezar preguntándoles, ¿cómo se identifican en cuestiones raciales?
– Gilma: Es interesante la pregunta porque hoy puedo decir que me identifico como una mujer negra, pero no siempre fue así. Vengo de una familia interracial: mi mamá era una mujer blanca y mi papá un varón negro. Me crié en una familia mayoritariamente negra, con una madre blanca que reproducía el racismo, en una sociedad brasileña que también es racista.
En la secundaria una profesora me dijo: “vos sos negra” y yo le respondí: “no, soy morena, no soy negra”. Esto es muy común entre las personas negras porque no es fácil reconocerse e identificarse como tal.
Hacerlo implica reconocer las violencias que pasaron y pasan aún hoy por nuestras corporalidades. Como dicen en el documental Negro Che, dirigido por Alberto Masliah, “no querer ser negro es la negación de la negación”
– Carolina: Si me hubieses hecho esta pregunta dos años antes no la hubiese entendido. Te hubiese dicho: “soy argentina; es obvio que soy blanca.” Hoy sé que no es obvio y que parte de no haberme hecho esta pregunta antes tiene que ver con mis privilegios. Durante años la raza no fue un tema en mi radar. A partir del asesinato de George Floyd en Estados Unidos, la organización en la que trabajo basada en ese país, agudizó su compromiso con el antirracismo. Y ahí empecé a preguntarme, ¿qué significa -para mi- ser antirracista? Me pasaba que cuando lo respondía, nada me sonaba genuino, no lo tenía reflexionado. Mi primera aproximación fue: todos/as somos iguales, para mí no hay color.
Me di cuenta que el racismo era el gran elefante en mi sala, y en la de mi país.
– Esto que decís, Caro, del discurso de “Todos somos iguales” sigue aún vigente. En una entrevista que hicimos a la especialista en diversidad Aurélie Salvaire contaba que la idea de “Todas las vidas importan” (#AllLivesMatter) ante el movimiento “Las vidas negras importan” (#BlackLivesMatter) es la respuesta del grupo dominante (blancos) a los negros, es como si les dijeran: “no escucho tu dolor, no escucho tu problema”.
– Carolina: Tal cual. Lo de “todos somos iguales” es un principio universal muy vinculado a las religiones. Desde el punto de vista social, es una forma muy funcional a los grupos hegemónicos para sostener el status quo, el poder y los privilegios. En el fondo siguen operando las mismas injusticias, quizás mucho más disfrazadas.
– Gilma, naciste en Brasil y una vez que terminaste la universidad migraste a Argentina. ¿Cómo ves el racismo en ambas sociedades? Caro, ¿cuál es tu mirada de Argentina?
– Gilma: En Brasil el racismo está muy vinculado a la estética. El alisado del pelo es una constante, si no se ve como “feo” o “desprolijo”. Incluso yo de chiquita soñaba con hacerme una cirugía de nariz porque sentía que no era bella. El autoodio y la baja autoestima de las niñas negras en Brasil son tremendos. Por ejemplo, es común que dejen de tomar sol para que su piel no se oscurezca más. En otras palabras, cuanto más parecidas sean al patrón de belleza europeo blanco, más bellas.
A mis 24 años cuando llegué a Argentina venía con la narrativa de que era el país más “europeo” de América Latina. Acá vivo microracismos constantes.
Las personas piden tocarme el pelo como si fuera una curiosidad o una rareza, sin entender que también es parte de mi corporalidad. Es una forma de acoso callejero.
También lo veo en el uso del lenguaje. Una vez, caminando por Capital Federal, vi una manifestación de taxistas con carteles que decían “no al trabajo en negro”. Me parecía raro e incluso violento que se vinculara la palabra “negro” con la informalidad y con la ilegalidad.
– Carolina: Venimos con esta idea de que Argentina es un “crisol de razas”, y que no somos racistas. Hoy, con dolor, pienso lo contrario. Es como si, al acercarme al tema, hubiese descubierto algo nuevo y ahí está mi privilegio. En lo personal, no me sentía responsable porque siempre fui muy sensible y trabajé con gente de diferentes colectivos en desventaja, pero en este punto, la falta de proactividad me hacía cómplice del sistema.
– En el contexto laboral, ¿alguna vez se sintieron excluidas? Me refiero a percibir que no eran valoradas, respetadas o sentir que no pertenecían.
– Gilma: Sí, tanto como en Brasil y en Argentina. En mi caso se juntaban tres puntos, lo que se conoce como interseccionalidad: ser mujer, negra y migrante. A pesar de haber hecho una licenciatura y una maestría, mandaba miles de cvs y no encontraba trabajo. Tuve que trabajar de niñera para insertarme en el mercado laboral argentino. Incluso me cuestionaba bastante si haciéndolo no estaba reproduciendo el estereotipo de una mujer negra joven trabajando niñera, pero no tenía mucha otra alternativa.
Siento también que en los espacios laborales las personas negras tenemos la presión de estar a todo momento demostrando que somos “mucho mejores” de lo que en realidad tenemos que ser.
Esta sensación de que nunca vamos a alcanzar las expectativas que tiene la empresa es una consecuencia del racismo.
– Carolina: La verdad que en mi caso nunca lo viví por temas de raza. En el ámbito organizacional, la exclusión que sentí tuvo más que ver con ser madre de varios hijos. Muchas veces tuve que esconder eso para que no asumieran que por la maternidad no iba a estar tan disponible o no iba a ser tan productiva como se esperaba.
– ¿Qué prácticas de discriminación racial observan en las organizaciones?
– Carolina: Muchas veces las organizaciones discriminan por omisión. Resulta más fácil buscar colaboradores en los mismos lugares, o acudir a las propias redes de personas conocidas que, seguramente, tengan privilegios parecidos. A veces sin darnos cuenta, nos quedamos en nuestro propio metro cuadrado, y reproducimos el racismo. Hacerlo distinto, salir de esos círculos, puede ser más trabajoso al principio. Por ejemplo, hace poco estuve buscando contratar a asistentes de proyecto con dominio del idioma inglés y me propuse extenderlo a otros grupos, justamente para facilitar el acceso al trabajo. Me resultó difícil.
Me di cuenta que saber un segundo idioma es un privilegio y que hay una distancia inmensa en el acceso a oportunidades; no sólo de trabajo sino también de formación.
– Gilma: No es el caso que traés, Caro, pero también hay empresas que piden un segundo idioma “por las dudas” y en la práctica no lo necesitan. Además, en los procesos de selección hay ciertos casos en los que se descarta el cv de una persona por la foto o por su nombre y apellido. Lamentablemente, es bastante común que, después de una entrevista, se deje afuera a una persona bajo el pretexto de que “no hay fit cultural”, cuando en realidad es por su apariencia física o porque es muy “distinta” a lo conocido. En el acceso a puestos de liderazgo también sucede.
Muchas empresas dicen ser inclusivas porque tienen personas racializadas en sus equipos, pero los sesgos cognitivos hacen que sean elegidas como líderes siempre las mismas: hombres blancos.
En el día a día de la oficina se hacen chistes racistas. En el marketing publicitario de las marcas, salvo contadas excepciones, se eligen imágenes de personas blancas que reproducen el racismo. Otro ejemplo se da en los comercios, cuando las personas racializadas son vigiladas y perseguidas por los vendedores por miedo a que les roben.
– Según la CEPAL, el 25% de los latinoamericanos son indígenas o afrodescendientes. ¿Por qué no los vemos en las empresas o incluso en las organizaciones de impacto (dedicadas especialmente a mitigar problemáticas sociales)?
– Carolina: Creo que tiene que ver con las dinámicas de poder y estas mismas desigualdades históricas que mencionamos antes. “Pepe” de Racismo Mx nos contaba que “en América Latina el racismo y el clasismo van de la mano; la raza se vive a través de la clase.” No es lo mismo ser negro y rico que ser negro y pobre.
– Gilma: También hay que reconocer que la mayoría de las personas negras hoy están sobreviviendo ya que acarrean las herencias del proceso colonial de esclavitud.
– En este mismo informe de CEPAL marca que es probable que ese porcentaje de población sea aún más significativo porque antes no se censaba este punto específicamente. ¿Qué consecuencias tiene no hacerlo?
– Gilma: Eso se llama invisibilización estadística y es uno de los racimos más crueles, tanto en Argentina como en otros países de la región.
Al no censarse, no se pueden analizar las desigualdades ni tenerlas en cuenta para el diseño de las políticas públicas de los próximos diez años.
– Carolina: Creo que la invisibilización es más que una negación, porque cuando se niega de alguna manera se reconoce que existe. Cuando hablamos de invisibilización es como si no existiera. Algo interesante es que en el censo de Argentina de este año (2022), se agrega por primera vez una pregunta que releva si las personas se autoreconocen descendientes de pueblos originarios o indígenas y/o afrodescendientes.
– Una de las prácticas organizacionales que fomentan la Equidad Racial es analizar la composición racial de las ciudades y trasladar esos porcentajes a la organización, de manera de asegurarse que estén representadas. ¿Qué opinan de esta medida y qué otras prácticas quisieran compartir?
– Gilma: Sí, de hecho ese mismo análisis se hizo en las universidades públicas en Brasil. Si bien cerca de la mitad de la población brasileña era negra, en las universidades públicas la mayoría se autoidentificaban como personas blancas. Esto impulsó la implementación de las llamadas «cuotas raciales universitarias», una medida de reparación histórica que tuvo un efecto potente no sólo en el acceso a la educación y al trabajo, sino también, como en mi caso, en el proceso de autoidentificarme como una persona negra.
Al ejemplo que traés en la pregunta agregaría que se busque participación no sólo en cantidad sino también en calidad. A veces se convocan a personas negras o indígenas para llenar espacios y eso sólo no alcanza; necesitamos avanzar en planes de capacitación en idiomas y de desarrollo de habilidades clave.
También es clave la creación de programas de fortalecimiento de liderazgos racializados que faciliten el acceso a posiciones de liderazgo.
A través de la iniciativa «DaleMásAfro a tu empresa», una iniciativa impulsada por Impacto Digital, brindamos servicios de consultoría y capacitación a medida en temas de racismo a empresas y organizaciones de todo tipo, con el objetivo de generar cambios culturales a largo plazo.
– Carolina: Me parece muy importante declarar el compromiso de la organización con la temática, dejarlo por escrito, comunicarlo y después, por supuesto, aplicarlo en la práctica. El compromiso de los/as directivos con la temática es un punto de partida necesario. Otra manera es tener la equidad racial como eje transversal en el diseño de todos los programas que implementa la organización.
Además de estas políticas organizacionales a nivel macro, creo que es fundamental que los colaboradores se involucren personalmente con el tema, porque cuando nos atraviesa, nos convertimos en embajadores internos que impulsamos cambios desde cualquier lugar de la organización.
De hecho, en las Paradas de Reflexión sobre Equidad Racial, si bien cada persona representa a una organización, al final del día somos personas blancas que, con humildad, reconocemos la necesidad de explorar la Equidad Racial en lo profundo, más allá de la información que podamos encontrar rápidamente en internet. Nos da la oportunidad de geolocalizarnos, de preguntarnos: ¿Dónde estoy situado/a en relación a este tema? ¿Qué me falta deconstruir? ¿Cómo puedo ser de utilidad?
– Puedo confirmar lo transformadoras que son estas instancias de reflexión. En lo personal me pasó como con el género: cuando empecé a ver cómo funcionan las dinámicas de poder, no pude dejar de verlo. Hacia el final, me gustaría profundizar en los cupos o cuotas laborales, medidas que suelen generar resistencia. Sus detractores dicen: “pero entonces vamos a tener que generar un cupo para personas sin pelo, otro para personas con pelo largo y así sucesivamente. Además, se los está victimizando y discriminando”. ¿Por qué esto no es así?
– Gilma: Discriminación es lo que sufrieron siempre, estas medidas llamadas popularmente «políticas afirmativas» lo que hacen es facilitar el acceso a un derecho, por ejemplo, el derecho a un trabajo libre de discriminación. Las personas peladas, como población, no vieron vulnerado este derecho a lo largo de la historia.
Lo primero que hay que entender es que estas medidas de reparación históricas están vinculadas directamente a la violación de un derecho. Y lo segundo que es importante aclarar es que ampliar los derechos para una determinada población no quita los derechos conquistados por las demás.
Respiro hondo, me quedo pensando en el largo camino que aún queda por recorrer hasta pisar suelos equitativos. Salen a mi encuentro las palabras de la serie Negros, quizás marcándome por dónde empezar: «Volver sobre las historias que nos contamos y ponerlas bajo la lupa, tender otros hilos hacia el presente para entenderlo nuevamente». Ahí está la invitación. Esta es la oportunidad que tenemos, tanto personas como organizaciones, de caminar decididamente hacia el antirracismo. Avanzar, en este caso, significa primero volver: Repensar, reparar, reivindicar, regenerar. No es cuestión de anclarnos en el pasado; es hacernos cargo, quizás por primera vez, de lo pendiente.
Si deseas sumarte a las Paradas de Reflexión sobre Equidad Racial, enviar un mail a cgowland@pyxeraglobal.org. Para averiguar sobre el Programa DaleMásAfro a tu empresa, contactar a gilma@impactodigital.org. Si te interesa el servicio de Impact Match de Efecto Colibrí, para te apoyarte en localizar emprendimientos y empresas de impacto, consulta a ana@efectocolibri.com.