Decir que la tecnología es parte de nuestra vida es ya redundante. Lo que a veces olvidamos es que la brecha digital que sufren cientos de miles de personas tan solo en España, está causando nuevas situaciones de exclusión que hasta ahora no habíamos sufrido.
A nivel familiar nos distanciamos físicamente de nuestros seres queridos, porque gracias a la tecnología estamos conectados. Los jóvenes ya no son capaces de vivir offline, las interacciones sociales han cambiado, para bien o para mal. Y esto son los ejemplos más evidentes. Cuando necesitamos hacer una gestión en Hacienda, pedimos cita previa online y nos envían al móvil los detalles.
Actualmente en España hay más smartphones que población. Pero esto no significa que todos los españoles tengamos un smartphone, sino que de media un español tiene ahora mismo algo más de 2 smartphones.
Todavía queda más de un 20% de la población que sufre la brecha digital.
Al leer esto estarás pensando en personas mayores, al igual que hicieron los fundadores de CerQana, una empresa social dedicada a conseguir que todas las personas puedan acceder a la tecnología. Alfonso Escriche Martínez, nos explica que pronto se dieron cuenta de que el problema se repetía – y era incluso más grave – en personas jóvenes con autismo o síndrome de Down.
Jóvenes para los que la brecha digital significa una barrera más para entrar en el mercado laboral. Una dificultad añadida que les obliga a ser dependientes.
CerQana busca eliminar esta brecha digital tanto para personas mayores como para jóvenes con autismo o síndrome de Down.
Adapta cualquier smartphone a las capacidades concretas en cada momento de la vida del usuario, y añade nuevas funcionalidades que permiten a su familia velar por su seguridad de forma remota.
De esta forma se consigue que la persona mayor pueda estar conectada con su familia, y lo más importante, que pueda mantener una vida lo más autónoma posible, en su propia casa, por el mayor tiempo posible.
El joven de 15 años con autismo que utiliza CerQana puede ir solo al colegio y su madre puede estar tranquila, sabiendo que si le sucede algo, CerQana le avisará inmediatamente. Además, él puede decir que utiliza un smartphone exactamente igual al de sus compañeros, no un dispositivo “especial” que le identifique como “diferente”. Pero a la vez, su familia puede ejercer una especie de control parental, limitando la exposición de su hijo a situaciones negativas para él.
En este momento las estimaciones hablan de 90.000 personas con síndrome de Down y unas 400.000 personas con TEA diagnosticado en España.
En Europa, National Autistic Society estima que entre un 1 y 1.5% de los nacidos serán diagnosticados con TEA. Según el portal de habla hispana Autismo Diario, 1 de cada 175 niños se diagnostican.
Y aquí vemos un segundo problema oculto, la visibilización de este colectivo, del cual ni siquiera se tienen datos reales actualizados (lo estudios disponibles datan, en los mejores casos, de 2016).
¿Por qué no tenemos datos y estadísticas reales y actuales sobre la incidencia del autismo? Estamos generando muchísima información en centros de día, viviendas tuteladas, terapias, colegios. Todo se registra. En papel. Información de enorme valor que queda relegada en cajones para no volver a usarse jamás.
CerQana se ha unido a Federación Española de Autismo (FESPAU) para lanzar Orchestram, una plataforma que permite digitalizar toda la información, con el fin de gestionar todos estos datos de una manera eficaz y a la vez segura, anónima y privada.
El análisis (de los datos agregados) servirá para la realización de estudios estadísticos que permitan entender mejor el autismo y visibilizarlo. Además, esta digitalización facilita el día a día de las personas que trabajan ayudando a las personas con autismo y agilizar la comunicación con las familias.
Este es tan solo otro ejemplo de cómo la tecnología, bien usada, tiene un gran valor. CercQana lleva más de seis años trabajando y se dan cuenta de que el mercado pide empresas sociales.
Toda organización debe generar un impacto positivo para sobrevivir.
Debemos valorar el capital social y el potencial de nuestras organizaciones como un activo más, un resultado o meta que debemos buscar.