Según el Informe Mundial Global Entrepreneurship Monitor (GEM) de 2018-2019, la población española involucrada en fases iniciales de un proceso de emprendimiento ha incrementado respecto al año anterior. El principal índice empleado en el estudio para medir este factor se denomina tasa de actividad emprendedora, cuyo valor mide las ideas de negocio con una duración de hasta tres años y medio entre la población de 18 a 64 años.
El emprendimiento en España está creciendo: del 5,2% en 2016 al 6,4% en la actualidad.
En el contexto europeo, España supera las cifras de emprendimiento de Italia (4,2%) y Alemania (5%), aunque sigue estando por debajo de la media (8,7%).
Con respecto a la brecha de género a la hora de emprender, España encabeza la equidad de género, con nueve mujeres emprendedoras por cada diez hombres, una cifra que supera la media europea (seis mujeres por cada diez hombres emprendedores). Esto es una buena noticia, ya que se ha demostrado que la equidad de género es buena para el negocio y la sociedad.
Asimismo, una reciente encuesta elaborada por TRIVU indica que:
Entre los menores de 30 años, un 35% está decidido a emprender.
El auge de las vocaciones emprendedoras en España no solo queda reflejado en los más de tres millones de trabajadores autónomos o los trabajadores independientes, sino también en la atracción de inversores de todo el mundo.
A pesar de que las cifras anteriores son alentadoras, el emprendimiento español enfrenta aún numerosas barreras que debe superar para alcanzar su máximo potencial y poder así posicionarse de manera competitiva a nivel global.
Entre los mayores desafíos destacan la cultura, el acceso a financiación y las regulaciones gubernamentales.
A nivel cultural, el miedo al fracaso es uno de los factores que más obstaculiza este sector. El hábito de asumir riesgos y comenzar un proyecto profesional por cuenta propia sigue siendo minoritario frente a la costumbre de buscar trabajo por cuenta ajena. Esta falta de habilidades y de cultura emprendedora requiere una verdadera estrategia de apoyo a nivel global en todos los ámbitos de nuestra sociedad para cambiar la percepción del emprendimiento. Para ello, la figura del emprendedor debe recibir un mayor reconocimiento social.
El acceso a la financiación también toma un papel fundamental a la hora de emprender. Es necesario facilitar información sobre las alternativas que se ofrecen a los emprendedores con falta de recursos económicos para impulsar su idea de negocio.
De media, el gasto mínimo para arrancar una start-up oscila entre los €4.000 y los €5.000, según la actividad y necesidades del sector.
Afortunadamente, ya no solo existen los bancos como fuente de financiación.
Desde los denominados business angels, pasando por ayudas o subvenciones públicas, hasta las plataformas de crowdfunding, pueden ser alternativas que respondan mejor a las necesidades de emprendedores que cuentan con escasos ahorros personales.
Las regulaciones gubernamentales, por otra parte, pueden obstaculizar el proceso de creación de empresas mediante costes innecesarios, burocracia y cargas fiscales. Por ello, los emprendedores deben tener paciencia, confiar en su idea para la creación de su nueva empresa, y estar bien informados de todo lo que conlleva la actividad emprendedora. La administración pública, a su vez, debe agilizar los trámites administrativos, ofrecer una mayor flexibilidad en la contratación y reducir las tasas de impuestos para simplificar las cargas burocráticas con las que se enfrentan muchos empresarios españoles.
Ya existen actores de los diversos sectores dedicados a facilitarle la vida a los emprendedores. Y no solamente son iniciativas privadas. Las juntas municipales también están llevando a cabo esfuerzos para impulsar el emprendiendo social.