Estamos desconectados del entorno. Pasamos muchas horas frente a pantallas y pocas observando qué sucede a nuestro alrededor, quiénes son y qué necesitan las personas que no son parte de nuestro círculo más íntimo y el planeta que habitamos. Esto no tiene por qué ser de esta manera: podemos volver a mirar. Reconectarnos. O, al menos intentarlo. Hay programas de educación que nos ayudan a retomar contacto la naturaleza y a aprender todo lo que ésta tiene para ofrecernos.
El problema es que la mayoría de estas formaciones buscan aprender la naturaleza pero se olvidan de una parte esencial de ella: la persona que aprende. En otras palabras, se olvidan del aspecto social del ambiente.
Afortunadamente, hoy existen organizaciones que se encuentran diseñando e implementando programas educativos que abordan las temáticas del ambiente desde un enfoque social. Hablamos con Marisabel Pacheco Pizarro y Carlos Rojas Huerta, Directores de Fundación Apachita, una organización que promueve nuevas metodologías de educación ambiental desde Chile a Latinoamérica.
¿Qué tiene de especial su método? Que no sólo se enfocan en transmitir técnicas de agricultura orgánica y terapia hortícola a mujeres en situación de vulnerabilidad, sino que también suman la mirada del coaching ontológico y de la educación emocional.
«Sin conexión emocional de las personas con el entorno, no hay ambiente posible», nos cuentan.
Desde la Fundación Apachita buscan construir nuevas formas de relacionamiento humano-entorno y humano-naturaleza, basados en la colaboración como valor guía y siguiendo la mirada propuesta por la Premio Nobel Gabriela Mistral, figura icónica de la educación latinoamericana y lideresa mundial.
Esta búsqueda de nuevas formas de relacionamiento tiene relación directa con la crisis social, económica y ambiental que enfrentamos como humanidad. Para lograr superarla es necesario desarrollar un nuevo nivel de conciencia que amplíe nuestras perspectivas y miradas y nos permita comprender la realidad y accionar desde un lugar más sensible, menos egoísta. El ambiente puede ser una gran escuela para mejorar como personas y, desde esa versión mejorada de nosotros/as mismos/as, tomar mejores decisiones.
Entre las iniciativas que llevan a cabo desde la Fundación Apachita se encuentra el Programa Samka Satiri. Este se enfoca en entregar herramientas de desarrollo social, económico y medio ambiental a mujeres migrantes de Iquique, Chile.
Según la ONU, el 5% de la población de Chile son migrantes (939.992 personas). Cerca del 40% de ellas habita en el Macro Zona Norte del país. La mayoría son mujeres y vienen de Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador y Haití.
Las mujeres migrantes que forman parte del programa se caracterizan por un alto grado de desarrollo de habilidades socio-emocionales como la resiliencia, el compromiso y la empatía, poseen un espíritu emprendedor pujante y cuentan con formación primaria o terciaria. Al mismo tiempo, comparten la situación de desempleo, de violencia de género en sus hogares y muchas de ellas no poseen previsión de salud ni ingresos formales.
El Programa Samka Satiri busca abordar estos desafíos a través de una serie de sesiones en las que se abordan dos grandes temas:
- Ecología Emocional. A través de diferentes dinámicas las mujeres logran un mayor entendimiento de sus emociones, de las sensaciones físicas y corporales asociadas a esas emociones y también se enseña cómo el lenguaje juega un rol clave en las historias que se cuentan sobre sí mismas y sobre sus realidades. Este apoyo y contención es especialmente importante en la actualidad ya que la población de mujeres migrantes están atravesando altos niveles de estrés producto de estar en situación de confinamiento y al mismo tiempo, viviendo violencia de género en la intimidad de sus casas.
- Eco-empleabilidad. Se busca la reconversión laboral de las mujeres migrantes a partir de facilitar conocimientos relativos a la agricultura orgánica, a la optimización del uso eficiente del agua, y a la sustentabilidad: aprenden sobre técnicas de agricultura, recurso hídrico, economía circular y ciencia ciudadana, entre otras.
El modelo de eco empleabilidad genera cambios en la economía doméstica al incorporar nuevas competencias basada en el oficio de la agricultura orgánica, competencias asociadas a cómo crear un emprendimiento colaborativo, y a cómo incluir prácticas de sustentabilidad.
Además incorpora un elemento adicional basado en mejorar la economía del hogar, donde el grupo beneficiario puede cultivar y cosechar sus propios alimentos, aliviando el gasto de compra de alimentos o vendiendo posteriormente estos productos.
Hay un retorno social muy importante, ya que se abre las puertas a comprender nuevas formas de generación de ingresos y una mayor consciencia del tipo de impacto que se genera con cada una de las actividades que se emprenden.
Actualmente el programa tiene un impacto positivo directo en 60 mujeres migrantes de la Macro Zona Norte de Chile, y un impacto indirecto de 300 personas.