EncontrAR – Historias de personas migrantes y refugiadas en Argentina

En el mundo más de 79,5 millones de personas han tenido que dejar sus hogares. Y aquí las palabras “han tenido que” no son utilizadas de forma accidental. Por definición, la población refugiada es aquella que deja sus países por razones de fuerza mayor: persecución por motivos religiosos, políticos, culturales, o bien por guerras, violaciones a los Derechos Humanos, y otras situaciones que hacen insostenible la vida en su país de origen. La población migrante, en cambio, sale de su país de forma voluntaria en búsqueda de una mejor calidad de vida, muchas veces para evitar la situación de pobreza (ACNUR).

Se estima que en Argentina hay 3.400 personas refugiadas (en su mayoría mujeres) y 2,2 millones de sus habitantes son migrantes (ACNUR).

Sin embargo, la llegada al nuevo lugar tiene desafíos comunes para ambos grupos; entre ellos, el acceso a la salud, a una educación de calidad, a un trabajo digno. Asimismo, muchas veces viven en primera persona episodios de racismo y discriminación en los lugares que los reciben.

En relación a este último punto, tuvimos el placer de conversar con Marina Serafini, coordinadora de proyectos de Marcas que Marcan, organización que desarrolló #EncontrAR, un proyecto que invita a derribar prejuicios acerca de la población migrante y refugiada, y propone un cambio de narrativas en torno a esta temática: de lo que diferencia y distancia a las personas hacia aquello que las une y acerca.

«Desde Encontrar nos propusimos contar historias de personas con actitud emprendedora que den cuenta que todas, independientemente del origen, sufrimos y amamos de la misma manera”, cuenta Jessica Oyarbide, directora ejecutiva de Marcas que Marcan.

¿En qué consiste el proyecto #EncontrAR?

#EncontrAR es una iniciativa de Marcas que Marcan con el apoyo de OIM Argentina, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y la Unión Europea en Argentina, que busca cambiar la perspectiva que las personas pueden llegar a tener en torno a las personas migrantes y refugiadas, mostrando el lado humano de la migración y apelando a la empatía como emoción transformadora.

“Empatía es encontrar ecos de la otra persona en ti” (Mohsin Hamid).

#EncontrAR es un proyecto de impacto que aporta valor en tres aspectos: social, económico y cultural. Desde el aspecto social, transversal a todo el proyecto, se creó una campaña de comunicación que invita a adoptar una mirada inclusiva con énfasis en la idea de humanidad compartida. Desde el aspecto económico, se desarrolló una plataforma con recursos valiosos para impulsar los emprendimientos de dicha población y contribuir a su empoderamiento económico. Por último, desde el aspecto cultural, se crearon 4 murales en alianza con SebaCener, en diferentes ciudades de Argentina. Al pie de cada obra, se puede escanear un código QR que permite conocer en profundidad las historias de personas migrantes y refugiados con actitud emprendedora que inspiraron los murales.

Historias de vida, superación y emprendimiento

Desde Efecto Colibrí participamos de #EncontrAR en la redacción de las historias de las cuatro personas migrantes y refugiadas. “Francamente, no hay nadie a quien no puedas aprender a querer después de haber escuchado su historia” , dice un dicho anómino y así lo creemos. Nos dispusimos a aprender de cada persona entrevistada, deseando captar en palabras la esencia de su historia.

Nos sumergimos en la realidad de la joven Kethya, que llegó a Argentina desde Haití y hoy elabora comidas típicas de su país en «Mamam comidas que migran», y en cuarentena se anotó a una segunda carrera Justicia y Derechos Humanos, soñando algún día cambiar la situación de su país: “En Haití las personas no tienen conocimiento de sus derechos. Se les priva de los servicios básicos, como estudiar, y son víctimas de manipulación y maltrato”. A Kethya le gusta trabajar con personas, mostrarles que son únicas, que tienen derechos y que deben hacerlos cumplir.

Serafina, a la mitad de su vida, dejó Bolivia y a 3 de sus hijos para trabajar en el rubro textil en Argentina. Con voz entrecortada, expresa que sintió discriminación cuando contaba que era de Bolivia y se dedicaba a la costura. “Me miraban como si no fuera nadie, nada”, recuerda. Con el tiempo comenzó a trabajar con Fundación Mediapila, y cuenta que el trabajo le dio independencia económica y sobre todo, encendió su autoestima. Serafina dice que para sentirse como en casa todavía falta. No se queja, sólo pide directa y sencillamente: “Que me acepten tal cual soy, no tener que cambiar ni mentir sobre mí misma para ser aceptada”.

«Emprender suele ser el camino tomado por una gran cantidad de personas migrantes y refugiadas. Muchas de ellas, crean emprendimientos con una fuerte impronta cultural de su país de origen, como una forma de permanecer cerca y recibir el calor de su cultura madre, aún estando lejos», explica Marina Serafini.

Diana, por ejemplo, partió desde Venezuela y al tiempo de vivir en Buenos Aires fundó Cuales Cambures,​ una página web que muestra dónde encontrar los productos típicos de Venezuela (como el plátano que tanto extrañaban con su pareja) en la Ciudad de Buenos Aires, y al mismo tiempo, permite a emprendedores venezolanos viviendo en la ciudad publicar un anuncio gratuito y mostrar los productos y servicios que ofrecen.

De otro continente llegó Idrissa, quien a temprana edad dejó su ciudad natal en Senegal para estudiar diferentes estilos de danza. Trabajó como profesor de baile de niños y de personas con discapacidad, con la ilusión de despertar en ellos la alegría y, enviar parte del dinero ganado a casa, donde esperaba su mamá y sus 6 hermanos. Él conoce los pasos, las técnicas, y las despliega según la música que se le presenta. Y, en realidad, todas las personas hacemos lo mismo: ponemos en cada situación lo que mejor que tenemos e intentamos disfrutar de lo máximo que sea posible.

“¿Qué ves en común entre senegaleses y argentinos, Idri?”, le preguntamos con curiosidad. El responde con otra pregunta: “¿de qué color es tu sangre?”. “Roja”. “La mía también”, dice con una sonrisa cómplice que es, a su vez, una invitación a ver más allá de la cultura.

Lee las historias completas aquí.

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