Hablamos con Arancha Merino, experta en Ingeniería Emocional y autora de libros como Haz que cada mañana salga el sol o de ¿Por qué me pasa lo que me pasa? Durante 20 años se ha dedicado a entender y movilizar el potencial de los individuos que conforman empresas para lograr mejores resultados para todos.
Tenemos 6 emociones básicas: miedo, tristeza, rabia, orgullo, amor y alegría. Cada una de estas emociones tiene una finalidad absolutamente necesaria para una vida de bienestar.
Todos necesitamos sentirnos seguros, desarrollarnos, buscamos justicia en nuestras vidas, precisamos reconocimiento, es importante sentirnos en pertenencia con personas afines, para así experimentar la plenitud. Todas esas finalidades o motivaciones de todo ser humano, se obtienen a través de la correcta gestión emocional.
Las emociones son energías que se encargan de movilizar cada una un área concreta. No se sienten al azar, sino que responden a estímulos.
Cuando nacemos nuestras emociones son perfectas. Respondemos adecuadamente a cada estímulo con su emoción correspondiente y así logramos la finalidad que en cada momento precisamos.
Generalmente, entre los 3 y 7 años nos desconectamos de nuestras emociones auténticas. La influencia parental, las creencias sociales, culturales, religiosas se encargan de esa desconexión. Ahora debemos desaprender para reaprender lo que ya sabíamos desde el principio.
Pensamos que algunas emociones son positivas y otras son negativas, pero la realidad es que todas son absolutamente necesarias. Lo que sí existen son emociones auténticas o falsas.
- Una emoción es auténtica cuando responde al estímulo que la moviliza. Nos permite resolver problemas, sentir bienestar, aporta energía positiva y vitalidad.
- Una emoción es falsa cuando la utilizamos ante un estímulo que no es el adecuado para esa emoción. Como resultado experimentaremos malestar, problemas que se agrandan, energía negativa, somatizaciones…
Voy a poner un ejemplo. Si experimentamos una pérdida, supongamos que pierdes un avión que debía llevarte de vacaciones, la emoción correcta sería la tristeza.
- La tristeza es la emoción que nos hace inteligentes, nos permite pensar, analizar, buscar opciones y encontrar la mejor solución que repare la pérdida. Por eso su finalidad es el desarrollo.
- Si sintiéramos rabia, interpretaríamos -erróneamente- la pérdida del avión como una injusticia. Así conectaríamos con la rabia que es una emoción que no resuelve sino que corta con la manipulación, o la traición, o el abuso, o el engaño. Como en este caso no hay ningún engaño, esa rabia sería falsa y crearía una disfunción, que sería el resentimiento y la venganza.
Cada situación que vivimos requiere de una única emoción que es la responsable de responder al estímulo. Así logramos nuestros objetivos. Cualquier otra emoción creará disfunciones emocionales en nuestra mente o nuestro cuerpo.
La envidia se produce por sentir rabia en lugar de orgullo. El orgullo es la emoción de la admiración, si no sabes admirar que el otro se atreva a algo que tú no, no te quedará más remedio que sentir envidia.
En eso consiste tener una buena gestión emocional, en observar la vida y las situaciones que nos afectan, y utilizar la emoción que “toca” en cada caso. No al azar ni automáticamente.
El principal reto que se nos plantea es observar lo que está pasando en cada momento. Vivimos muy deprisa, reaccionamos de cualquier manera sin prestar atención a los estímulos reales que están aconteciendo. Nos perdemos la vida.
Para gestionar bien las emociones debemos partir de una clara decisión: decidir no perder más la vida y elegir observarla para poder diagnosticar lo que está pasando y así responder con la emoción adecuada en cada caso.
Una persona que gestiona bien sus emociones se hace responsable al 100% de todo lo que sucede en su vida. Por eso no juzga a otros, primero mira sus propios fallos para mejorarlos. Tampoco se queja, ni culpa, ni critica, porque sabe que hay una acción concreta que puede llevar a cabo para resolver cualquier tipo de conflicto, por complicado que parezca.
En la realidad vemos que muchas personas optan por el victimismo esperando que los demás le resuelvan sus papeletas. Otras protestan todo el tiempo y culpan a terceros de sus males. También las hay que temen profundamente los cambios y prefieren sobrevivir en su zona de confort.
Nada se va a mover si tú no te mueves. Nada va a pasar, nada va a cambiar si no haces nada para transformar tu inercia o tu rutina en algo de lo que sentirte orgulloso.
No puedes dirigir nada, ni un equipo, ni una empresa, ni una familia, nada, si no sabes dirigirte a ti primero. Solo puedes dirigir tu vida y liderar a otros si sabes responder con la emoción adecuada a cada estímulo que se te presenta.
Cuando dejas que las emociones irrumpan en tu vida desordenadamente, son ellas las que te manejan y te conviertes en un corcho flotando en el océano a merced de las olas y las tempestades.
Para ser un dirigente integral de tu vida y un ejemplo para que otros se sumen, debes estar atento a cada estímulo y responder con la emoción adecuada.
¿Qué tienen los líderes buenos y responsables en común?
- Un buen líder sabe decir no a todo aquello que suponga una amenaza o riesgo a su espacio o intimidad. Sabe poner límites a cualquier invasión que pueda alterar el equilibrio natural. Sabe respetarse y hacerse respetar. Para ello debe gestionar la emoción miedo y su finalidad, la seguridad.
- Un buen líder no teme equivocarse, pues sabe que solo el fracaso te permite aprender. Piensa cómo resolver las pérdidas desde la aceptación. Para ello debe gestionar la tristeza y su finalidad, el desarrollo.
- Un buen líder sabe cortar con todo abuso, manipulación o traición. Detecta la mentira y se pone en acción de un modo equilibrado y equitativo para devolver la justicia. Para ello debe gestionar la rabia.
- Un buen líder sabe admirar todo lo grande y elevado, lo que le supera. No se compara, no compite, no juzga, se supera y decide crear, crecer y transformarse. Para ello debe gestionar el orgullo y su finalidad, el reconocimiento personal.
- Un buen líder sabe entregar lo mejor a los mejores, no a los victimistas que dan pena. Crea espacios seguros donde cada uno puede ser sí mismo, crea espacios para compartir. Para ello debe gestionar el amor y su finalidad, la pertenencia.
- Un buen líder sabe fluir con la vida entendiéndola como un disfrute rodeado de sus semejantes. Rechaza el control y no desea tener razón. Para ello debe gestionar la alegría y su finalidad, la plenitud.
Aparte de observar que es el primer requisito para aprender a vivir, es importante darnos cuenta que somos los únicos dueños y responsables de nuestra vida y nuestra felicidad.
Nadie puede vivir por ti, igual que nadie puede ser feliz por ti.
Esto no es egoísmo, es estar agradecido por la vida que tienes y darte cuenta que en realidad estás solo, has venido a algo y las personas que te rodean actúan contigo interpretando papeles que te empujan a actuar, a tomar decisiones, a sentirte bien o mal contigo.
Tú tienes tu potencial, no lo regales a nadie. Nadie está por encima de ti, ni por debajo tampoco. Haz tu camino de vida, sé fiel a tus valores, a tus ideales, sé constante, trata de superarte. Hazlo por ti, como agradecimiento a la vida.
Sé auténtico siempre, y sé autónomo, siéntete orgulloso de ser quien eres. No permitas que te hagan perder tu tiempo, no cargues con pesos muertos ajenos, no te dejes manipular, no consientas que otro niegue tu camino y te haga dudar. Asume tus cosas buenas con naturalidad y tus cosas malas como único responsable.
Sé veraz, busca siempre la verdad y condúcete con ella. La verdad es lo único que nos libera.Todas esas finalidades o motivaciones de todo ser humano, se obtienen a través de la correcta gestión emocional.
Las emociones son energías que se encargan de movilizar cada una un área concreta. No se sienten al azar, sino que responden a estímulos.
Cuando nacemos nuestras emociones son perfectas. Respondemos adecuadamente a cada estímulo con su emoción correspondiente y así logramos la finalidad que en cada momento precisamos.
Generalmente, entre los 3 y 7 años nos desconectamos de nuestras emociones auténticas. La influencia parental, las creencias sociales, culturales, religiosas se encargan de esa desconexión. Ahora debemos desaprender para reaprender lo que ya sabíamos desde el principio.
Pensamos que algunas emociones son positivas y otras son negativas, pero la realidad es que todas son absolutamente necesarias. Lo que sí existen son emociones auténticas o falsas.
- Una emoción es auténtica cuando responde al estímulo que la moviliza. Nos permite resolver problemas, sentir bienestar, aporta energía positiva y vitalidad.
- Una emoción es falsa cuando la utilizamos ante un estímulo que no es el adecuado para esa emoción. Como resultado experimentaremos malestar, problemas que se agrandan, energía negativa, somatizaciones…
Voy a poner un ejemplo. Si experimentamos una pérdida, supongamos que pierdes un avión que debía llevarte de vacaciones, la emoción correcta sería la tristeza.
- La tristeza es la emoción que nos hace inteligentes, nos permite pensar, analizar, buscar opciones y encontrar la mejor solución que repare la pérdida. Por eso su finalidad es el desarrollo.
- Si sintiéramos rabia, interpretaríamos -erróneamente- la pérdida del avión como una injusticia. Así conectaríamos con la rabia que es una emoción que no resuelve sino que corta con la manipulación, o la traición, o el abuso, o el engaño. Como en este caso no hay ningún engaño, esa rabia sería falsa y crearía una disfunción, que sería el resentimiento y la venganza.
Cada situación que vivimos requiere de una única emoción que es la responsable de responder al estímulo. Así logramos nuestros objetivos. Cualquier otra emoción creará disfunciones emocionales en nuestra mente o nuestro cuerpo.
La envidia se produce por sentir rabia en lugar de orgullo. El orgullo es la emoción de la admiración, si no sabes admirar que el otro se atreva a algo que tú no, no te quedará más remedio que sentir envidia.
En eso consiste tener una buena gestión emocional, en observar la vida y las situaciones que nos afectan, y utilizar la emoción que “toca” en cada caso. No al azar ni automáticamente.
El principal reto que se nos plantea es observar lo que está pasando en cada momento. Vivimos muy deprisa, reaccionamos de cualquier manera sin prestar atención a los estímulos reales que están aconteciendo. Nos perdemos la vida.
Para gestionar bien las emociones debemos partir de una clara decisión: decidir no perder más la vida y elegir observarla para poder diagnosticar lo que está pasando y así responder con la emoción adecuada en cada caso.
Una persona que gestiona bien sus emociones se hace responsable al 100% de todo lo que sucede en su vida. Por eso no juzga a otros, primero mira sus propios fallos para mejorarlos. Tampoco se queja, ni culpa, ni critica, porque sabe que hay una acción concreta que puede llevar a cabo para resolver cualquier tipo de conflicto, por complicado que parezca.
En la realidad vemos que muchas personas optan por el victimismo esperando que los demás le resuelvan sus papeletas. Otras protestan todo el tiempo y culpan a terceros de sus males. También las hay que temen profundamente los cambios y prefieren sobrevivir en su zona de confort.
Nada se va a mover si tú no te mueves. Nada va a pasar, nada va a cambiar si no haces nada para transformar tu inercia o tu rutina en algo de lo que sentirte orgulloso.
No puedes dirigir nada, ni un equipo, ni una empresa, ni una familia, nada, si no sabes dirigirte a ti primero. Solo puedes dirigir tu vida y liderar a otros si sabes responder con la emoción adecuada a cada estímulo que se te presenta.
Cuando dejas que las emociones irrumpan en tu vida desordenadamente, son ellas las que te manejan y te conviertes en un corcho flotando en el océano a merced de las olas y las tempestades.
Para ser un dirigente integral de tu vida y un ejemplo para que otros se sumen, debes estar atento a cada estímulo y responder con la emoción adecuada.
¿Qué tienen los líderes buenos y responsables en común?
- Un buen líder sabe decir no a todo aquello que suponga una amenaza o riesgo a su espacio o intimidad. Sabe poner límites a cualquier invasión que pueda alterar el equilibrio natural. Sabe respetarse y hacerse respetar. Para ello debe gestionar la emoción miedo y su finalidad, la seguridad.
- Un buen líder no teme equivocarse, pues sabe que solo el fracaso te permite aprender. Piensa cómo resolver las pérdidas desde la aceptación. Para ello debe gestionar la tristeza y su finalidad, el desarrollo.
- Un buen líder sabe cortar con todo abuso, manipulación o traición. Detecta la mentira y se pone en acción de un modo equilibrado y equitativo para devolver la justicia. Para ello debe gestionar la rabia.
- Un buen líder sabe admirar todo lo grande y elevado, lo que le supera. No se compara, no compite, no juzga, se supera y decide crear, crecer y transformarse. Para ello debe gestionar el orgullo y su finalidad, el reconocimiento personal.
- Un buen líder sabe entregar lo mejor a los mejores, no a los victimistas que dan pena. Crea espacios seguros donde cada uno puede ser sí mismo, crea espacios para compartir. Para ello debe gestionar el amor y su finalidad, la pertenencia.
- Un buen líder sabe fluir con la vida entendiéndola como un disfrute rodeado de sus semejantes. Rechaza el control y no desea tener razón. Para ello debe gestionar la alegría y su finalidad, la plenitud.
Aparte de observar que es el primer requisito para aprender a vivir, es importante darnos cuenta que somos los únicos dueños y responsables de nuestra vida y nuestra felicidad.
Nadie puede vivir por ti, igual que nadie puede ser feliz por ti.
Esto no es egoísmo, es estar agradecido por la vida que tienes y darte cuenta que en realidad estás solo, has venido a algo y las personas que te rodean actúan contigo interpretando papeles que te empujan a actuar, a tomar decisiones, a sentirte bien o mal contigo.
Tú tienes tu potencial, no lo regales a nadie. Nadie está por encima de ti, ni por debajo tampoco. Haz tu camino de vida, sé fiel a tus valores, a tus ideales, sé constante, trata de superarte. Hazlo por ti, como agradecimiento a la vida.
Sé auténtico siempre, y sé autónomo, siéntete orgulloso de ser quien eres. No permitas que te hagan perder tu tiempo, no cargues con pesos muertos ajenos, no te dejes manipular, no consientas que otro niegue tu camino y te haga dudar. Asume tus cosas buenas con naturalidad y tus cosas malas como único responsable.
Sé veraz, busca siempre la verdad y condúcete con ella. La verdad es lo único que nos libera.