Organizaciones inclusivas: ¿Cómo frenar las microagresiones?

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Nos horrorizan los crímenes de odio. Una imagen o un titular son suficientes para decir: ¡Qué locura! ¿Cómo alguien puede llegar a tal extremo de matar por sesgos y prejuicios? Rápidamente nos posicionamos en las antípodas del fenómeno; si no somos los autores de una agresión digna de noticia mediática, entonces no discriminamos. Hay cierta crudeza en el hecho de asumir que esto es más una expresión de deseo que una realidad. En el espectro de la violencia hay diferentes gradientes y no estar en el nivel límite superior no nos exime de ejercerla. Un comentario, una pregunta, y hasta un halago pueden perpetuar violencia y erosionar la autoestima y la identidad de otras personas. 

Con frecuencia nos cuesta reconocerlo por una simple razón: lo hacemos con buenas intenciones. Sin dolor, sin maldad. Y las buenas intenciones valen, hasta cierto punto. El problema es que las usamos como si fuera lo único que importara, como si haber dicho o hecho algo con una intención benevolente nos absolviera de toda responsabilidad.

Esto también aplica al ámbito de las organizaciones donde abundan los compromisos firmados y los códigos de ética robustos, pero en la práctica los colaboradores que pertenecen a minorías raciales, étnicas, de género, edad, discapacidad, religiosas, continúan sintiéndose excluidas/os. Es evidente: las buenas intenciones son necesarias pero por sí solas no alcanzan.

Enfocar los esfuerzos de forma decidida y consciente hacia la promoción de una cultura inclusiva es un buen lugar para empezar. Cuando esto sucede, se crea un círculo virtuoso: gana la persona y gana la organización. Según investigaciones en este campo, cuando las personas se sienten incluidas, es decir, valoradas, respetadas y parte de un grupo, experimentan mayores niveles de satisfacción, productividad, colaboración y permanencia en el lugar de trabajo. La exclusión genera el efecto opuesto. Quizás el punto más alarmante es que la exclusión es el resultado por defecto, es lo que sucede ante la pasividad y la indiferencia. En otras palabras, es lo que podemos esperar si no activamos por la inclusión.

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