Rémi Parmentier es un veterano de la lucha por la protección del océano y la vida submarina. En 1974, descubrió a René Dumont, un agrónomo que presentó un vaso de agua y afirmó que en el siglo XXI el mundo estaría en guerra por el agua. Este era un pensamiento muy visionario, ya que en los años 70, el mundo estaba en guerra por el petróleo.
Inspirado e intrigado, Rémi se empezó a involucrar en la tribu de ecologistas que fundaron Greenpeace y estuvo a bordo de Rainbow Warrior, la embarcación ecologista que se enfrentó a balleneros y buques que lanzaban vertidos radioactivos al agua.
Actualmente participa en negociaciones con la Organización Mundial del Comercio, coordina la iniciativa Because the Ocean y dirige The Varda Group, una consultora especializada en el ámbito medioambiental y social.
Hablamos de lo que le motivó a embarcarse en este camino, los retos que enfrentó y lo que aprendió, el panorama actual del movimiento internacional a favor del medioambiente y mucho más.
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Rémi Parmentier es un veterano de la lucha por la protección del océano y la vida submarina. Rémi es miembro fundador de Greenpeace y en los años 70 estuvo a bordo de Rainbow Warrior, la embarcación ecologista que se enfrentó a balleneros y buques que lanzaban vertidos radioactivos al agua.
Actualmente participa en negociaciones con la Organización Mundial del Comercio, coordina la iniciativa Because the Ocean y dirige The Varda Group, una consultora especializada en el ámbito medioambiental y social. Me inspiraron las ganas de hacer cosas concretas. Cuando yo era muy joven (hace muchísimas décadas), me interesé por la política y tuve la oportunidad de descubrir este movimiento naciente que hablaba de cosas concretas. En 1974, descubrí a un agrónomo, su nombre era René Dumont, que presentó un vaso de agua y dijo:
En el siglo XXI tendremos guerras por el agua, como hoy en día hay guerras por el petróleo.
Eso me marcó mucho, me intrigó. Era alguien muy visionario para aquel entonces, tuve curiosidad y fui a verle. Fui muy bien recibido, pese a ser jovencísimo en ese entonces. Me puse de voluntario para ayudar en esta campaña. Uno o dos años después, alguien me propuso ser el encargado para una campaña para la protección de las ballenas. Y me convertí en el corresponsal en Francia, incluso creo que también en Europa, de la primera organización que lanzó una campaña para proteger a las ballenas.
La verdad es que me metí en esto sin saber exactamente en qué me estaba metiendo.
Para hacer una larguísima historia muy corta, esto me llevó a juntarme con una pequeña tribu que se auto llamaba Greenpeace. Compramos un barco, que llamamos Rainbow Warrior y yo creo que el resto es Historia con una H mayúscula. Esto de las tribus está muy bien porque es a pequeña escala, todo el mundo se conoce, puedes tomar decisiones muy rápidamente, no tienes nada que perder. Es sobre el enlace entre el clima y el océano.
Si quieres proteger el clima, tienes que proteger el océano. Y si quieres proteger el océano, tienes que proteger el clima.
El océano es el motor climático de nuestro planeta, pero también el océano, debido a esta función, sufre mucho de los impactos del cambio climático. La elevación de la temperatura del océano tiene consecuencias para la vida marina; el incremento de las concentraciones de CO2, crean un fenómeno que llamamos la acidificación oceánica. La composición química del océano está cambiando como nunca ha ocurrido.
Hasta ahora se ha prestado poca atención, no se ha prestado la atención necesaria al papel del océano en el marco del Convenio del Clima, las famosas COPs.
En la época de la COP21, en la que se adoptó el Acuerdo de París, un grupo formado por jefes y ex jefes de estado para revisar y mejorar temas relacionados con el medioambiente, me dijó: “Rémi, si tienes una buena idea que pueda marcar una diferencia en la COP21, adelante. Si solamente traes ideas para hacer, lo que llaman en la jerga, un side event, pues mejor no perder tiempo”. Fue durante los últimos preparativos de la COP21 cuando surgió la oportunidad de lanzar una iniciativa que se llegó a llamar Because The Ocean. Esta iniciativa surgió en colaboración con el gobierno de Chile, de Mónaco, de Francia, de algunos países isleños del Pacífico.
Because The Ocean Initiative tenía varias propuestas: una era que el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), hiciera un informe especial sobre el Océano. Unos meses después, en febrero 2016, dijeron: “sí, lo vamos a hacer”. Y otra propuesta era que hubiese una conferencia de alto nivel de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre el océano cada tres años, y la Asamblea General de la ONU adoptó la resolución unas semanas después. Una de las cosas que salió de la COP25 es un acuerdo unánime (pese a que algunos países intentaron bloquear hasta el último momento) para establecer el Ocean Dialogue (el diálogo del océano). Esto lo veo como una indicación de que hay apetito para hacer esta integración. Hay una expresión que siempre utilizo: Debemos romper los túneles. Demasiadas veces cada uno está en su túnel, los que trabajan en océano en su túnel, los que trabajan en clima en su túnel, los que trabajan en contaminación en su túnel, y no se hablan.
Hay que romper los túneles y trabajar juntos, porque si la mano derecha no sabe lo que está haciendo la mano izquierda, pueden hacer cosas contradictorias y eso genera problemas.
Hay muchas cosas que se pueden hacer para proteger el océano y el clima. La primera cosa prioritaria es reducir y eliminar las emisiones de CO2 y de gases de efecto invernadero, para conseguir el objetivo del Acuerdo de París, que es un calentamiento global que no sobrepase los 2 grados y hacer todo para que se mantenga a 1,5 grados. Eso es fundamental para el océano también.
Algunas medidas concretas para ayudar al océano son por ejemplo:
Ahora por ejemplo, en la Antártida no tienes una empresa minera o petrolera que diga “vamos a hacer agujeros”. Pero esto puede ocurrir en el futuro. Creo que el futuro del Tratado Antártico es algo que hay que vigilar.
Nosotros durante nuestra trayectoria, fuimos los pioneros en crear las condiciones internacionales que prohíben el vertido al mar de residuos industriales y radioactivos. Y lo hemos hecho creando un cambio de paradigma.
Antes, verter residuos al mar estaba considerado como la solución y se hacía de manera rutinaria en casi todas las industrias.
La industria minera o la energética tenían flotas de barcos llenos de residuos que tiraban en alta mar. Y este paradigma cambió en los años 80. Estas prácticas pasaron de ser la solución a ser el problema. Y se prohibieron. En el caso de los desechos radioactivos, el cambio de paradigma fue el de pasar de la práctica dilute and disperse (diluir y dispersar) a aislar permanentemente de la biosfera. Este fue el cambio fundamental en la gestión de los residuos radiactivos.
Yo creo que la problemática del plástico en el siglo XXI es muy parecida a la de los residuos radiactivos que tratamos en el siglo anterior.
Especialmente porque sabemos ahora que los plásticos en el mar se transforman en microplásticos, micropartículas que luego la vida marina absorbe y acaban finalmente en tu plato. Aislar el plástico permanentemente de la biosfera podría ser un objetivo y un cambio de paradigma.
Uno de los papeles de la sociedad civil, cuando está organizada, es cambiar los paradigmas. Luego, el micromanagement es tema de los que tienen que enfrentarse a ello. Pero el cambio de paradigma es algo que colectivamente podemos diseñar y exigir.
El barómetro de mi vida es marcar la diferencia. Si puedo marcar la diferencia en un barco en alta mar o en la ONU, o en la OMC en Ginebra, pues adelante.
A finales de los años setenta, bajando del Rainbow Warrior, fui a la Comisión Ballenera Internacional por primera vez, y se dio la circunstancia que de repente, en una intervención que hice, se redujo la cuota de caza de cachalotes a nivel mundial en dos tercios. Y me di cuenta de que podía hacer acción directa dentro de estos estamentos, no solamente a bordo del barco.
A bordo del barco, creábamos consciencia, peleábamos con los balleneros, y puntualmente salvamos algunas ballenas. Pero en estos estamentos, si intervenimos de manera aguda, podemos tener más impacto. Entonces descubrí este mundo, y me especialicé en esto, en estrategias dentro de los organismos intergubernamentales, en donde apenas había ecologistas. En el seno de Greenpeace, montamos algo misterioso que se llamaba la Unidad Política. Y montábamos estrategias en los organismos internacionales. Las intervenciones que hacíamos con los barcos, las estábamos programando en función de las agendas de las reuniones internacionales para tener un impacto directo sobre ellas. Esta fue mi gran contribución a Greenpeace.
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