Emprendimiento social en Latinoamérica – Poniendo en valor lo local

FELIPE SYMMES, CO-DIRECTOR DE INVESTIGACIÓN DE VIVA IDEA

Emprendimiento social en Latinoamérica – Poniendo en valor lo local

Felipe Symmes, co-director de investigación de VIVA Idea, nos comparte su visión sobre el panorama del emprendimiento social en América Latina, cómo la informalidad y un Estado débil hacen que el emprendimiento social se vuelva clave y la importancia de que se empiece a poner en valor lo local para crear riqueza en la región. Aquí un breve resumen de la conversación:

En Latinoamérica, tenemos un Estado débil o fallido, que no funciona como un Estado de Bienestar. Entonces, los emprendedores sociales vienen a tomar un rol que, en gran parte, el Estado no ha tomado.

Hay una  moda de que ser emprendedor es cool. Veo mucho que los emprendedores sociales más cool son aquellos, cuyos negocios no son sostenibles económicamente. Esto está ligado a que existe la tendencia a valorar más las teorías y buenas prácticas que vienen de Europa o Estados Unidos. Esto es un error, ya que un modelo exitoso en Nueva York no asegura el éxito en un contexto tan diferente como puede ser el de Lima.

Debemos aprender a poner en valor lo local. Y con lo local me refiero a la informalidad, la desigualdad y la pobreza (elementos existentes en toda nuestra región).

Esto significa que si, como latinoamericanos, queremos generar riqueza, debemos aprender a relacionarnos con la pobreza y a ver el valor de la informalidad.

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TRANSCRIPCIÓN

Yo veo grandes diferencias entre el ecosistema del emprendimiento social en Europa y en América Latina porque corresponden a procesos sociales, políticos y económicos completamente diferentes. Europa viene marcada por un Estado muy grande, que nace, tal como lo conocemos hoy, en el siglo XVIII o XIX, y se desarrolla en el siglo XX. Por lo tanto, su desarrollo económico está fuertemente marcado por un Estado que ha sido en gran parte eficiente en entregar servicios sociales a la población. Por eso, se habla que de Europa proviene el Estado de Bienestar, este Estado que nos da bienestar a todos/as, nos da seguridad social, incluso nos provee económicamente cuando nosotros/as no podemos trabajar por nuestros propios medios.

En cambio, en América Latina, tenemos un Estado débil o fallido, que no funciona como un Estado de Bienestar. Entonces los emprendedores sociales vienen a tomar un rol que, en gran parte, el Estado no ha tomado.

En Europa, tenemos un emprendimiento social que nace como un movimiento alternativo de sociedad. Cada vez que hablo con emprendedores sociales europeos, me hablan de un nuevo sistema, más solidario, más cooperativo. Incluso uno de los movimientos más importantes, se basa en definir un emprendimiento social sólo como aquellas organizaciones que tienen características cooperativas. 

En América Latina, el emprendimiento social viene a tomar un rol que no ha tomado el Estado en el desarrollo económico, social y ambiental de nuestra región. Tenemos un Estado que ha desprotegido y excluido a gran parte de la población. Existen muchos lugares, imaginemos comunidades indígenas que viven en las alturas o las favelas, donde el Estado casi no participa. En esos lugares, necesitamos generar mercados que permitan impulsar el impacto positivo. 

En América Latina, lo que sucede tiene mucho más que ver con la creación de mercado, que con un movimiento alternativo de desarrollo. No se trata de un movimiento anti-capitalista o anti-Estado, sino más bien estamos tratando de construir relaciones que generen valor y donde los emprendedores sociales son el centro de la construcción de esos modelos de negocios. 

En América Latina, los emprendimientos sociales crean mercado donde nadie lo ha querido hacer.

Por ejemplo, ¿quién ha querido ir a crear mercado en las comunidades aisladas que no tienen acceso a electricidad? Desde Kingo, un emprendimiento social de Guatemala que recientemente levantaron 10 millones de dólares de inversión de Leonardo Di Caprio, generaron un modelo de negocio en el que a través de energía solar, las comunidades excluidas en la zona de Petén, acceden a electricidad a muy bajo precio y les da la libertad de acceder cuando ellos/as quieran. Este es un modelo de negocio de creación de mercado. Ellos pasan a encargarse de un mercado que nadie lo había hecho o quizás lo habían visto de una manera filantrópica o incluso, algunos inversores privados, lo veían como un lugar problemático para generar mercado por la cantidad de inversión inicial que se necesitaba hacer. 

En América Latina vemos emprendedores sociales que vienen de la sociedad civil e incluso del Estado, que están decepcionados por las prácticas burocráticas de los Estados latinoamericanos para generar impacto. Y se dan cuenta que tienen que generar sus propios modelos de desarrollo para generar el impacto que quieren. 

En Europa hay un emprendedor social que yo lo considero mucho más hippie, en el sentido en que yo dudo que es un empresario o un emprendedor social. Muchas veces, viven de donaciones. En el caso de Francia, como es un Estado tan grande, se apodera de estos emprendimientos sociales cuando son exitosos, porque es el Estado el que se encarga de lo social. Es una manera diferente de concebir una sociedad. 

Yo creo que el emprendimiento social nos permite decir: lo social nos pertenece a todos, no le pertenece sólo al Estado. La empresa es un actor que sí tiene la posibilidad de entregar valor social y ambiental a la sociedad (es para lo que se supone que las empresas fueron concebidas). La manera en que en América Latina tiene la oportunidad de devolverle lo social a los privados. Y nos pensemos los privados como las grandes empresas o multinacionales, pensémoslo como nosotros/as, los ciudadanos. 

Creo que actualmente enfrentamos desafíos de interconectividad que nunca antes hemos enfrentado y que sin duda desafían la figura central del Estado como el único actor importante de generar un impacto social. Por ejemplo, cuando pensamos en el cambio climático, para resolverlo, necesitamos la interconexión de los diferentes actores, privado, público, gente de escasos recursos, gente rica, necesitamos una interconexión de todos/as. Incluso si viene un cambio solamente desde el Estado, no vamos a llegar a nada. Hoy en día el gran desafío que enfrentamos es cómo generar soluciones de impacto positivo social y ambiental más descentralizadas. 

El término de emprendimiento social viene a facilitar la conversación. Nosotros/as tenemos que generar un marco institucional, proveniente del Estado, que genere un impacto social, pero más importante es que promueva que las empresas generen impacto social y ambiental en sus modelos de negocios. De esa manera, nosotros estaríamos generando empresas que son sostenibles económicamente y que además generan valor social y ambiental. 

Cuanto menos confianza tengamos en los Estados, menos vamos a confiar en los marcos legales que ellos nos entregan para desarrollar nuestras actividades. Incluso, el rango de importancia que tienen los emprendimientos sociales en una sociedad debiera aumentar. 

Me desafié a mí mismo tratando de estudiar las favelas y las comunidades indígenas y ver qué quería decir la informalidad en esos dos contextos. Comparándonos con Europa, por ejemplo, cuando viví y estudié en Francia mi Maestría, recuerdo haber hecho la fila afuera de la Municipalidad para renovar mis papeles, y en la cola estaba lleno de africanos y latinoamericanos. Todos/as, incluido yo, sentíamos la necesidad de pertenecer a ese sistema formal. Porque una vez que entras al sistema formal francés o suizo, que fue donde hice mi Doctorado, tú estás protegido y tienes acceso a un sinfín de oportunidades que te ofrece el sistema formal. 

Siendo chileno he tenido la oportunidad de trabajar en distintos países de Latinoamérica. Y yo nunca vi esa desesperación por entrar al sistema formal, menos por parte de la gente de bajos recursos. Todo lo que hace la gente que vive en pobreza es tratar de quedarse lo más afuera del sistema posible, y mantenerse en una especie de gris que a ellos/as les permite emprender y salir adelante en contextos muy complejos. 

Eso demuestra cómo en América Latina las instituciones estatales han sido incapaces de generar un valor a la sociedad en su conjunto. Obviamente la informalidad toma un valor mucho más grande en los contextos como los latinoamericanos, donde realmente pensamos la informalidad en término de relaciones, en términos de cómo generar valor a través de estas relaciones humanas y el Estado realmente termina siendo una barrera. 

Después de estudiar diferentes favelas y comunidades indígenas de América Latina, muy rara vez el Estado es parte de la solución. Más bien lo que logran los emprendedores que viven en favela es vivir en una especie de ambigüedad entre lo formal e informal que les permite salir adelante. Por otro lado, las comunidades indígenas logran conectarse a lo global desde lo local. Por ejemplo, en el caso de las comunidad Bribrí que me tocó estudiar. Ellos/as tienen la mejor agricultura orgánica bajo el parámetro de ciertas multinacionales, por lo tanto generan productos de altísima calidad para que los compren las multinacionales como materia primas para sus productos. 

En la pobreza y en la informalidad se crea valor. Cómo eso emerge en América Latina ha sido algo que no se ha estudiado.

Y solemos tomar estas perspectivas de académicos que hablan desde el escritorio, ya sea de escuelas de negocios latinoamericanas o escuelas de economía de países desarrollados, que hablan que en la informalidad y la pobreza no hay valor. Si uno/a analiza la semántica de la informalidad y la pobreza son no conceptos. Informalidad quiere decir no formal y pobreza quiere decir no riqueza. Pero, ¿qué es lo que realmente pasa ahí? Y eso es lo que en realidad esta investigación se propuso tratar de revelar. 

Lo que trabaja VIVA Idea, y por eso me encanta trabajar ahí, es pensar siempre en términos de ecosistema, y aunque no haya un ecosistema de emprendimiento social tan visible o formal, los emprendedores sociales tienen que interactuar con diversos actores para lograr el cambio social que ellos/as quieren y al mismo tiempo que generar modelos económicos sostenibles, que es muy importante. 

En gran parte, el emprendedor social es alguien con muchas habilidades de negocio y al mismo tiempo con mucha sensibilidad social y lograr integrarse en los contextos en los que trabaja para entender dónde existe un problema social o ambiental, donde pueda agregar valor con un modelo de negocio. Pero todas las personas que han armado empresas, tanto sociales como no sociales, saben que se necesitan relacionar no solamente con clientes y proveedores; muchas veces entran a relacionarse con el Estado u otros actores más institucionales para intentar cambiar las cosas. 

En el caso de los emprendedores sociales en particular, muchas veces es importante la relación con el Estado porque ellos/as en general cambian las instituciones sociales. Nosotras/as trabajamos con Albina Ruiz, que es alguien que logró armar una empresa que se llama Ciudad Saludable y lo que hace es generar modelos de limpieza de ciudades a través de recicladores de base. Es decir, ver en la pobreza y en lo que hacen los recicladores de base, un valor para la limpieza de las ciudades. Su principal cliente han pasado a ser las municipalidades. Pero más importante que eso, ella generó una ley que le permitió promover el reciclaje haciéndolo obligatorio en Perú. Ahí tienes una persona que cambió la política pública para lograr generar el impacto que quería y a la vez tener un modelo económico sostenible. 

En la literatura de emprendimiento, en los recursos que entregan los Estados, y en el ecosistema del emprendimiento, hay una especie de moda: de que ser emprendedor es cool. Todos/as quieren ser emprendedor/a y lo que veo mucho es que los emprendedores sociales más cool son los que menos tienen negocios sostenibles económicamente, que terminan siendo financiados por el Estado de manera indirecta. Eso en Chile pasa mucho. 

Lo que hemos nosotros/as es hacer una investigación de más de 6 años y basada en más de 100 casos de estudio, y hemos estudiado cómo los emprendedores sociales logran escalar el impacto de su emprendimiento. Entonces viene de un conocimiento empírico latinoamericano de ver cómo se realiza esa escala. Acabamos de publicar un libro que se llama Scaling Strategies for Social Entrepreneurs, A Market Approach, que en español quiere decir Estrategias de Escalamiento para Emprendedores Sociales: una aproximación de mercado. Lo publicamos en inglés, a través de la editorial Palgrave Macmillan en Europa y en Estados Unidos, con la idea de mostrarle al mundo qué es lo que tiene que aprender de América Latina en términos de sostenibilidad y emprendimiento social. 

Nosotros/as creemos profundamente en la investigación, pero que esa investigación tenga un impacto tanto a nivel conceptual, es decir, generar ideas y modelos rigurosos que nos permitan entrar en la discusión internacional de esos conceptos, pero también al mismo tiempo eso tiene que generar un impacto en la región. Creemos que la academia en general no se ha hecho cargo de esto, porque la academia hoy vive con una presión de publicar, que a mi me gusta mucho en lo personal porque te permite llegar a un alto nivel de pensamiento, pero sin duda lo que falta es lograr hacer ese link con el impacto, y ahí es donde VIVA Idea facilita esto y trata de integrar este pensamiento más teórico y académico con herramientas muy concretas y prácticas que generen un cambio social en la región. De esta manera, dejar de importar soluciones desde afuera, que es un gran mal de América Latina. 

Creo que el mundo puede aprender de América Latina es a crear mercados en contextos de pobreza y donde nadie lo puede hacer. Nadie en el mundo puede enseñarnos eso. Quizás nos lo pueden enseñar ciertos países africanos y asiáticos. Hoy en día, todas las escuelas de negocios latinoamericanos deberían aprovechar esta oportunidad de ser los expertos en cómo generar empresas acá en nuestros expertos. Lo que a mí me pasó cuando estudié Economía y Negocios que fue mi primer grado, es que salí muy decepcionado de esa carrera, porque sentí que me enseñaban a fracasar con las teorías que me estaban enseñando. En esa época ya estaba trabajando temas de pobreza y comparaba lo que me enseñaban con lo que veía y decía: “esto no tiene nada que ver con la realidad”. 

Claramente en América Latina, las escuelas de negocio y los pensadores son en gran parte culpables de esto, de no tener una aproximación a la empresa más contextual y que nos permita aprender a generar mercados desde acá. Eso es algo que sin duda, América Latina tiene que enseñarle al mundo. En este libro, tratamos de llevar esto a un modelo de escalamiento de 3 fases, que intenta resumir y servir como herramienta para esos emprendedores que quieran generar negocios de este tipo en América Latina. 

Todo acto creativo tensiona, pero la tensión no es algo negativo. Yo me dedico a 3 cosas en mi vida: por un lado soy académico en estos temas, soy escritor de literatura y soy emprendedor. En esos 3 lugares vivo la tensión.

Una empresa es un acto creativo en sí, y particularmente si quieres generar un impacto positivo social y económico, eso sin dudas va a generar una tensión.

Ahora con el coronavirus, tenemos un programa sobre cómo trabajar esta tensión con ellos/as para que no quiebren económicamente y que sigan generando impacto. 

Te diría que no hay nada más bello que vivir en tensión. Imagínate una cuerda que está tensa y una cuerda que está floja, ¿dónde se ve que se está creando la vida? En la tensión. No hay nada peor para una persona que quiere vivir una experiencia de vida creativa, que estar en una silla cómoda. Valoremos la tensión y valoremos el acto creativo. Veamos a los mercados como aquellos espacios que nos dan esa oportunidad. Dejemos de demonizar o idealizar a los mercados. 

Analicemos el caso del coronavirus, que a mí me gusta bastante. Toda la gente ha entrado en un discurso bastante políticamente correcto diciendo: ¿por qué los médicos ganan menos que los futbolistas? Y echando la culpa a los mercados, como si los mercados fueran invisibles. Los mercados no son más que una oferta y una demanda sobre un producto o servicio determinado, es decir, reflejan cuánto valoramos algo como humanos en agregado. 

Esto quiere decir, que en el agregado, la humanidad valora más el trabajo de los futbolistas que el trabajo de los médicos.

En situaciones como éstas, quizás nos damos cuenta de los errores de nuestros propios valores, pero esto no es culpa del mercado, es culpa de cómo la humanidad en su conjunto valora ciertas cosas. 

El emprendimiento social entra en una discusión del valor social y ambiental desde la empresa y esa es una conversación muy importante y necesaria. 

Yo quiero que cambien cosas post COVID-19 pero esto va a depender de cuánto los seres humanos como agregado cambien el valor de las cosas. El gran riesgo que veo actualmente es que el Estado está volviendo ellos/as a asignar el valor de las cosas. Frente al miedo, el ser humano busca alguien que lo proteja, y esto está haciendo que los discursos de lo que valoramos nosotros vuelvan a estar centralizados en el Estado. Entonces, es el Estado es quien va a definir si podemos salir o no podemos salir, cuando en realidad nosotros/as debiéramos asignar el valor de las cosas. 

Por lo tanto, espero que los ciudadanos en su conjunto, en los diferentes países, logremos ser partícipes de una sociedad que cambia lo que valoramos. Pero eso nunca, puede ser impuesto desde arriba, nunca puede venir de un Estado, porque sino hay otro que está asignando el valor de las cosas. Más bien es cómo el Estado puede facilitar un proceso que haga que nosotros/as valoremos más de manera libre y que haya incentivos enfocados en valorar lo social y lo ambiental. 

Por ejemplo, que valoremos no hacerle daño al medioambiente, que valoremos que no haya gente en estado de pobreza. Si tu analizas los datos, me pregunto: ¿cuánta gente muere de hambre por año en África y cuántas van a morir al año por COVID-19? Te puedo asegurar que los datos no son tan distintos, entonces lo que quiere decir es que nosotros/as como seres humanos, valoramos menos a la gente que vive en contextos de pobreza, y que ahora que hay gente de contextos de riqueza que está muriendo, lo valoramos más pero los que trabajamos en Desarrollo Sostenible sabemos que problemas sociales por los que se muere la gente hay muchos, no solamente el COVID-19. 

Una de las conclusiones de mi trabajo doctoral es que es muy difícil que valoremos algo que no hemos experimentado. Veo que el gran problema que pasa hoy en día, pensemos en una sociedad latinoamericana, una persona que nació con oportunidades va a un colegio privado o público de excelente calidad y después va a uno de las mejores universidades del país, y luego entra a trabajar con un sueldo relativamente alto, y luego va subiendo en esa empresa y empieza a tomar cargos de poder en nuestra sociedad. ¿Cómo él/ella va a valorar la pobreza si nunca la ha conocido? y si la conoce, la conoce desde el aspecto filantrópico. A mí me encanta de los mercados es que nos pone en una idea de horizontalidad. Quiere decir que hay alguien que está demandando algo que yo ofrezco, te diría que cambia toda la perspectiva de lo que es el cambio social. 

Mientras no tengamos CEOs o personas que toman decisiones en política pública, directores de colegio, que haya experimentado la pobreza, y no me refiero a ser pobre sino a relacionarse constantemente con ella, porque es parte tan importante de nuestros contextos, si no podemos valorar la pobreza y la informalidad nunca vamos a poder salir de este problema de no generar riqueza económica a través de las relaciones que generamos unos/as con otros/as. 

Eso se debe a una historia de prejuicio y de divisiones. Por ejemplo, a mi me molesta mucho cuando la gente dice que las comunidades indígenas son abiertas al comercio, por ejemplo. Cualquiera que haya trabajado con comunidades indígenas sabe que tienen una relación histórica con el comercio que viene de mucho antes de las sociedades modernas. Entonces ¿cómo generar valor económico en esa relación?, ¿cómo hacerlo y respetar unos/as a otros/as?. La única manera es relacionándonos físicamente y eso es algo que el coronavirus nos está desafiando. 

La política de cuarentena me parece la política más excluyente del mundo porque la gente en cuanto más viva en su vivienda en contextos de pobreza, más problemas va a tener de salud. Incluso la gente que hoy vive en pobreza, es la que vive el día a día. Hoy me gustó mucho el comentario de un dueño de un mercado de fruta en televisión, “dejan abierto los supermercados y cierran la feria, si vamos a ser coherentes cierren los dos”, y eso te habla de a quiénes se están incluyendo y excluyendo con las distintas políticas. 

Con la política de cuarentena unos/as se van a ver más afectados que otros/as. El desafío es cómo generar riqueza en nuestros países a través de nuestras relaciones, dejemos de echar la culpa a los españoles, a los gringos, eso no tiene sentido. Eso es culpa de los latinoamericanos que no somos capaces de generar riquezas económicas a través de nuestras relaciones. 

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