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En este podcast hablamos con Natalia Bendek, fundadora de Esariri, una plataforma de turismo distinta, que permite a personas de todo el mundo acceder a experiencias turísticas virtuales, brindadas por comunidades indígenas y rurales de Latinoamérica. Además, posibilita apoyarlos comprando sus artesanías, piezas únicas que guardan lo más íntimo de su cultura: los aprendizajes que pasan de generación en generación.
«Yo quería generar alguna solución tecnológica para que pudiera dinamizar la economía de estos lugares, siempre de la mano de los saberes ancestrales que ya tenían».
Conversamos sobre los cambios en su camino profesional, cuándo y para qué nació este emprendimiento, cuáles son los desafíos del turismo rural sostenible y cómo aportan desde Esariri al consumo responsable, al desarrollo económico de las comunidades rurales y a la conservación del patrimonio cultural de Latinoamérica.
Este episodio forma parte del programa Te Damos Voz, una iniciativa de Bioguia, Efecto Colibrí, ES2 Latam, LeFil Consulting y PES Latam, que apoya a empresas sociales de América Latina y el Caribe a dar a conocer su historia de impacto en toda la región.
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En este episodio vamos a conocer a Esariri, una plataforma de turismo distinta, que hoy permite a personas de todo el mundo acceder a experiencias turísticas virtuales, brindadas por comunidades indígenas y rurales de Latinoamérica. Además, permite apoyarlos comprando sus artesanías, piezas únicas que guardan lo más íntimo de su cultura: los aprendizajes que pasan de generación en generación.
Esariri viene de «experiencias sariri». El «sariri» es viajero en aymará, y es un rol antiguo que se encargaba de llevar el saber ancestral de un lugar a otro.
Anfitriona: Natalia es Colombiana, ingeniera en telecomunicaciones. No siempre fue emprendedora. Trabajó 13 años en el sector corporativo en una gran multinacional. Hasta que comenzó a cuestionarse qué era lo que realmente quería hacer. Empezó un voluntariado los fines de semana, hasta que finalmente decidió dejar todo y viajar por el mundo haciendo voluntariados. Natalia nos cuenta cómo se fue gestando el emprendimiento dentro de ella, antes de que saliera a la luz.
Natalia: Después de un proceso difícil de soltar muchas de mis seguridades, renuncié y mi plan era irme a hacer algunos voluntariados alrededor del mundo y conectar con comunidades, por eso viajaba lento. Empecé por China, donde hice un voluntariado con una fundación de niños con discapacidades motrices. Y bueno, creo que ahí empezó todo mi proceso de preparación para emprender.
Inicialmente presupuesté que este viaje duraría unos 8 meses y duró casi 3 años, En el primer año estuve haciendo voluntariados en India, también en Australia, en Filipinas. Cuando regresé a Colombia, se suponía que regresaría al mundo corporativo. Pero después de haber vivido lo que viví durante ese año, sentía que no podía quedar solo ahí, sentía que había algo más y no quería volver al mundo corporativo todavía sino que quería crear algo que generara impacto.
Me salió un voluntariado en Guapi, en el Pacífico colombiano, que es uno de los sectores más pobres de Colombia. Estuve casi un mes trabajando con una fundación americana, básicamente tenía que hacer de interprete y hacer el levantamiento de las necesidades en el sector.
En este voluntariado, tuve como un momento de iluminación, iba en una lancha para uno de estos municipios. En esta región para ir de un lugar a otro, toca por vía marítima, y este recorrido era de unas 3 o 4 horas en lancha, y sentí que poder ayudar a las comunidades remotas desde mis talentos era lo que a mi me encantaba.
Yo todavía no sabía cómo exactamente los podía apoyar. Así que decidí, que iba a seguir mi viaje, pero esta vez, lo iba a hacer por mis raíces, que era Sudamérica. Inicie en Chile, luego fui por Argentina, Bolivia, Perú. En todo ese recorrido tuve la fortuna de conocer muchísimas comunidades. Pero lo más especial para mi fue que empecé a conectar mucho más con la realidad rural, que es una realidad es muy cruda y muy difícil, sobre todo en Sudamérica.
Yo soy de Bogotá, y allí uno vive como en una cápsula, no te das cuenta de lo que sucede afuera de la ciudad.
Anfitriona: En su paso por Perú, Natalia se quedó en Ayacucho, un pueblito en la montaña. Allí la esperaban Doña Victoria y su esposo. Humildes y generosos, crearon una escuelita de inglés para que los niños de la zona aprendieran el idioma. A cambio ofrecían un modesto hospedaje a los voluntarios que oficiaban de maestros. En ese lugar, Natalia descubrió que además tenían un taller de artesanías, donde enseñaban a otras mujeres el oficio del tejido y el bordado, para que les sirviera como actividad económica. Con el correr de los días, Natalia se fue dando cuenta del problema que enfrentaban estas comunidades.
Natalia: Ellos aprendieron ese saber de sus antepasados, de sus personas, de su papá, de sus abuelos. Pero sus hijos ya no lo van a seguir haciendo porque la artesanía tienen algo: es muy de temporada. Entonces cuando esta Semana Santa que va mucha gente Ayacucho, se vende, pero el resto del año es muy difícil sostenerse con la artesanía. Entonces, los hijos tienen que ir a la ciudad y trabajar de otra cosa.
Esta situación la viví en muchos pueblos, donde hay diferentes saberes ancestrales que vienen de generación, pero están llegando a una generación y pum! Se pierden por el éxodo rural.
La razón por la que se pierden es por el éxodo rural, porque tienen que irse a las ciudades y pierden su lengua, sus cultura, sus saberes, todo. Entonces ahí yo empiezo a pensar en modelar el proyecto que yo quería emprender.
Yo quería de alguna manera generar alguna solución tecnológica que pudiera dinamizar un poco la economía de estos lugares, siempre de la mano de los saberes que ellos tenían.
Entonces yo inicialmente creo una plataforma en la cual las comunidades pudieran generar experiencias desde sus territorios, experiencias presenciales, donde, por ejemplo, eso que yo vivía con estos artesanos de compartir, de ver cómo hacían sus tejidos o cuando me invitaban a la casa de una cocinera popular. Y entraba y ella me enseñaba cómo hacía la sopita a la leña. Y entonces teníamos una charla muy íntima, no masificada. Sobre todo en pueblitos y sitios fuera de la ruta turística. Tus darle visibilidad a esas personas y darle la posibilidad que ellos pudieran llegar directamente con personas que yo estaba segura que estaban interesadas en vivir ese tipo de experiencias.
Consolidamos la información y todo para empezar a ofrecer estas experiencias. En algunos casos ellos ya la tenían armada, pero precisamente como estaban en lugares fuera de los circuitos turísticos las agencias de viaje prefieren evitarlos. Cuando un turista llega a Argentina y a Buenos Aires y pregunta qué hay para hacer y lo mandan a Bariloche, lo mandan a Iguazú, pero nunca lo han mandará al norte argentino.
Aunque algunos ya estaban ofreciendo estas actividades y las tenían armadas y eran muy bonitas, pues nadie sabía que existían. Entonces yo decía bueno, hay que empezar, por lo menos que alguien sepa que existen y que haya visibilización.
Anfitriona: Escucharemos la voz de una de las primeras anfitrionas de Esariri. Un anfitrión es un prestador de servicios, una persona que vive en una comunidad alejada de los circuitos turísticos tradicionales y tiene mucha sabiduría e historias para compartir.
Aura Tisoy, Anfitriona de Esariri: Un saludo muy especial para todos. Mi nombre es Aura Tisoy, de la Comunidad Inga del sur de Colombia. Cuando llega Esariri empezamos a hacer un proceso y ellos nos apoyan en la asesoría, en la organización de las actividades virtuales, contamos con asesorías críticas también de expertos para que la actividad sea presentada de la manera más provechosa.
Anfitriona: Esariri no sólo se conforma solamente de anfitriones o prestadores de experiencias, también existe un rol muy importante que son los sariris, exploradores y mentores encargados de identificar posibles anfitriones y ayudarlos a estructurar las experiencias y a subirlas a la plataforma.
Natalia: Yo quería que esa experiencia que había tenido durante mis viajes la pudieran vivir otros. Y queríamos que yo no fuera la única Sariri, sino que inicialmente el sueño era una comunidad de sariris, de viajeros como yo, que fueran identificando, conociendo estas personas, esas historias que valen la pena contar.
Wayra Béchet, Sariri de Esariri: Hola mi nombre es Wayra, y soy un Sariri. Los sariris somos personas voluntarias que nos encargamos de entrar en contacto con las comunidades para empoderarlas y acompañarlas en la construcción de sus emprendimientos turísticos. Esariri para mi es como un regalo, una fuente de conocimientos, de cosas que de otra manera no podría aprender. Cada vez que entro en contacto con una comunidad y me doy cuenta de sus proyectos, proyectos conscientes del desarrollo de sus comunidades, de sus grupos de mujeres, de sus jóvenes, de sus ancianos, de sus niños y de su relación y el cuidado de la madre naturaleza. Cada encuentro es apasionante, emocionante, incluso a veces me dan ganas de llorar porque son proyectos que te sobrepasan de lo lindos.
Yo pensé que venía de un mundo civilizado pero después de conocer toda esa gente es que me pregunto: ¿existen personas así?, ¿existen visiones, proyectos, entendimiento de la vida de esta manera. Ahora me cuestiono realmente qué es ser civilizado. Nada más civilizado que ellos y sus proyectos.
Anfitriona: Si bien en 2019 el proyecto ya estaba en marcha dando sus primeros pasos, en 2020, llegó la pandemia y el turismo fue uno de los sectores más afectados. Nos interesa saber cómo se reinventaron y siguieron creando impacto positivo en las comunidades.
Natalia: El proyecto se ha ido transformando. Digamos que aceleradamente por la pandemia. Entonces, si no hubiera sido por ella todavía estaríamos con experiencias turísticas presenciales y hasta ahí nos hubiéramos quedado.
En la pandemia, con mi socio dijimos: «hay que buscar otra solución porque el problema continúa». Y ahí fue cuando lanzamos nuestras primeras experiencias de turismo online.
Básicamente adaptamos esas experiencias, que algunos tenían o las que estábamos construyendo, al mundo online, dando la posibilidad de que muchas más personas pudieran vivir este tipo de experiencias. Y sin quererlo, y descubrimos que ese ideal de visibilizar estos saberes, de visibilizar estas culturas se estaba logrando con mayor amplitud porque podíamos llegar a cualquier lugar, no solamente dirigido a los viajeros que podían en un momento dado llegar a este lugar y visitarlos, sino al mundo.
Tenemos ahora 18 experiencias en Chile, en Argentina, en Bolivia, en Perú y en Colombia.
Además nos dimos cuenta en el 2020 que esto tenía un potencial educativo súper fuerte, porque, por ejemplo, haciendo estas experiencias yo misma descubrí que en Colombia hay 65 lenguas indígenas, no sólo español.
Yo no tenía ni la menor idea de año y lo vi. Lo más lindo es que eso todavía se conserva. Y detrás de una lengua, hay una cultura completa.
Lo empezamos a hacer con salidas educativas con colegio. Nosotros lo venimos haciendo con familias, con personas independientes, con consumidores de cultura independientes y aquí nos dábamos cuenta que los niños/as se interesan.
Una vez tuvimos una experiencia de guaino, música totalmente folklórica en Perú. A veces dicen: los niños/as sólo escuchan reggaetón. Pero aquí vimos que la niña estaba encantada con la música folklórica. Entonces hay que quitar esa barrera para que los niños y los jóvenes tengan la oportunidad de conocer otras culturas.
Con el tema de la pandemia, las comunidades nos llamaban y nos decían que las artesanías no se estaban vendiendo. Entonces dijimos: «esto tiene que convertirse» y ahí migra un poquito la idea y pasa a convertirse en una plataforma que genera soluciones alternativas para estas comunidades, permitiéndoles generar ingresos complementarios desde sus territorios y con sus propios saberes. Y en eso nos ayuda muchísimo la virtualidad. Hace poco activamos la tienda de artesanías donde pueden publicar sus productos.
Anfitriona: Podríamos decir que Esariri es un puente entre consumidores conscientes que valoran la cultura y las comunidades rurales, que necesitan vender sus productos para sostenerse económicamente. Esariri es también una usina de conocimiento. ¿Te imaginas a un luthier del norte argentino enseñándote a construir instrumentos andinos o a un artesano del chile mostrándote en un video cómo hacer un silbato precolombino?
La pandemia trajo la posibilidad de llevar estas experiencias a personas que no pueden trasladarse presencialmente para vivirlas, como Gladyz Zevallos Noratto, de 86 años, quien recorrió todo Colombia sin salir de su casa. También lo es para aquellas incluso que quieren reconectarse con su cultura, viviendo en otro lugar.
Diana Stefy Gutierrez, consumidora de experiencias virtuales: Hola, me llamo Diana Stefy Gutierrez soy colombiana que vive en Pensilvania, soy madre de dos pequeñas, he disfrutado de las experiencias Esariri acercándome a mi país este año que no he podido viajar. Pero adicionalmente, además de ver los grandiosos paisajes, de ver nuestra gente típica, he aprendido mucho sobre historia, he aprendido cómo salen nuestros productos, me he acercado a las comunidades, mis hijas también han disfrutado, y con mi esposo hemos compartido mi país.
Anfitriona: Lo que escuchamos hasta el momento nos parece realmente increíble. Ahora, le preguntamos a Natalia qué hace falta para que Esariri crezca y llegue a más personas.
Natalia: Darle visibilidad al proyecto para que la gente pueda adquirir los productos de ellos.
No hacemos como los grandes conglomerados turísticos que se llevan la gran tajada, sino que en nuestro caso siempre la mayor porción de los ingresos se la llevan las comunidades.
Entonces, para que Esariri se pueda sostener necesitamos volumen de venta. Nosotros, en las experiencias virtuales, le damos el 75%, y nos quedamos sólo con el 25%, y con las artesanías es menor, 15% nosotros y ellos el 85%. El punto de visibilizar lo suficiente esta solución para que podamos ayudarles lo que queremos a ellos y nos podamos hacer sostenibles.
Anfitriona: Nos encanta este proyecto y esperamos ser amplificadores de esta historia tan inspiradora. Por último, le preguntamos a Natalia sobre cómo imagina el futuro y cuáles son sus anhelos más profundos.
Natalia:
Sobre todo me imagino unos jóvenes y unos niños/as orgullosos de su propia cultura y que ya no se avergüenzan de ser quienes son.
Que no deseen ser quienes no son. Es decir, que no desean parecerse a lo que el mundo occidental les muestra como bueno o como lo que es el porvenir, el supuesto progreso. Sino que han reconocido en ellos/as mismos el valor de su cultura y de sus saberes. Y al reconocerlo han fortalecido su identidad y ya no se avergüenzan más de eso.
Este fue un episodio de la serie Te Damos Voz, una iniciativa de Bioguia, Efecto Colibrí, ES2 Latam, LeFil Consulting y PES Latam, que apoya a empresas sociales de América Latina y el Caribe a dar a conocer su historia de impacto en toda la región.
En los próximos, vamos a conocer proyectos de impacto que trabajan en temas de energía renovable, acceso a la salud, moda sustentable, educación y mucho más.
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