Inicia sesión para guardar en favoritos.
En este episodio, Fabiana Fondevila, escritora, periodista e investigadora de las tradiciones de la sabiduría, nos comparte lo que nos puede aportar esta crisis y cómo podemos entrenar nuestra capacidad de resiliencia y auto-compasión.
Esta crisis es una oportunidad como humanidad para reflexionar acerca de nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza y con las demás especies, y de empezar a actuar de manera más ecuánime, más responsable, más consciente.
La resiliencia es la capacidad de recuperarnos de situaciones difíciles que nos ponen a prueba. Se relaciona con el concepto de la plasticidad, de la flexibilidad que es una cualidad de la materia y una capacidad de los seres humanos. Es muy importante cultivar la resiliencia para hacer frente a los constantes cambios de la vida. Esta flexibilidad permite estar arraigados, así como los árboles que pueden moverse en la tormenta sin romperse, porque sus raíces están firmes en lo profundo.
¿Cómo ser más resilientes?
Ayúdanos a seguir creando y amplificando para que la innovación social sea la norma.
Usamos cookies para mejorar tu experiencia y ofrecerte contenido personalizado. Al aceptar, nos ayudas a brindarte un mejor servicio!
únete a nuestro newsletter
La crisis es muy compleja pero muestra que hay una realidad innegable. Esta crisis es una consecuencia directa de la forma en la que estamos tratando a la naturaleza. El daño que le hacemos al planeta nos vuelve como un boomerang. Esta crisis es una oportunidad enorme a nivel global para que como humanidad reflexionemos acerca de las conductas que estamos teniendo con la naturaleza, con las demás especies, y empezar a actuar de manera más ecuánime, más responsable, más consciente, más amorosa.
A nivel personal hay múltiples oportunidades: por un lado darnos cuenta que nuestras vidas están llenas de actividades, objetos o accesorios que no necesitamos.
Podemos vivir vidas más sencillas, cumpliendo con ciertas necesidades básicas. Esas necesidades básicas incluyen el descanso y el silencio, cosa que tenemos poco habitualmente.
También se transparenta la necesidad del contacto físico cotidiano, amoroso, afectivo, con nuestra gente, que hoy para muchos está limitada. El recordar lo importante que es eso, me parece que va a ser muy importante cuando salgamos de esto. Esta crisis es una oportunidad para revalorizar algunos placeres cotidianos como caminar, salir, oler el aire, ver la luz del sol. Poder reconocer la riqueza que hay en esas prácticas cotidianas, que antes dábamos por sentadas, es un regalo enorme.
La resiliencia es la capacidad de recuperarnos de situaciones difíciles que nos ponen a prueba.
Tiene mucho que ver con el concepto de la plasticidad, de la flexibilidad, de la posibilidad de movernos como juncos en el agua con el viento, de no mantenernos rígidos en una postura que hace que cuando viene una circunstancia inesperada nos quebremos. La resiliencia es una cualidad de la materia y es una capacidad del espíritu humano. Es muy importante cultivar la resiliencia y saber que la tenemos justamente para poder hacer frente a la vida, que no es otra cosa que impermanencia y cambio, todo el tiempo.
En estos momentos, estamos sintiendo lo extremo de la impermanencia.
Pero la realidad es que todo el tiempo es impermanente y que tenemos un control relativo sobre las cosas que nos pasan, como humanidad y como individuos. Poder cultivar esta cualidad de adaptarme a las distintas circunstancias que voy viviendo, sabiendo que puedo hacer pie en un lugar que no está sujeto a los vaivenes. Esto es lo que algunos consideran el alma, el espíritu, el corazón, cada uno lo llama de maneras distintas. Estamos hablando de esa parte nuestra que es eterna, que es el ser, donde podemos pararnos e ir a buscar fuerzas, cuando afuera está tormentoso y difícil.
Los cambios quizás no son cambios placenteros o que yo elegí. No obstante, sabiendo que tengo donde hacer pie, voy a poder ir permitiendo que la corriente pase a mi alrededor o me lleve incluso por momentos, sabiendo que voy a volver a poder hacer pie, que tengo donde pisar. La plasticidad y la flexibilidad también dependen de estar bien arraigados, así como los árboles que se mueven en la tormenta, porque sus raíces calan hondo. Esas raíces, para nosotros, es la dimensión espiritual y las prácticas que podamos llevar a cabo para fortalecernos en esa dimensión.
Lo que nos hace poco resilientes son las creencias, las creencias que son pensamientos arraigados que se construyeron en algún momento por alguna buena razón. Estás creencias nos sirvieron en algún momento para sobrevivir a algo, para atravesar alguna situación puntual. Pero después quedaron grabadas de manera incuestionable: la vida es así, lo que tengo que hacer para estar segura es esto, lo que necesito todos los días para vivir es esto, la gente es hostil. En fin, cantidades de creencias, que a veces son culturales, familiares o sociales.
Todos vivimos elaborando creencias, sosteniendo creencias, y a lo mejor y ojalá, cuestionando creencias cuando la vida nos demuestra algo distinto a lo que concebíamos. Ahora, si somos muy rígidos con esas creencias, y no somos capaces de mirarlas, de cuestionarlas, de revisarlas y de cambiarlas, eso nos vuelve poco resilientes.
Por ejemplo, yo siento que mi trabajo es mi vida y valgo únicamente por lo que produzco. En esta situación en la que me tengo que quedar en mi casa y algunas personas no están pudiendo trabajar, si yo me apego a esa creencia de que mi trabajo es mi vida, la situación puede llegar a destruirme. ¿Por qué? Porque no tengo con qué llevar adelante mi trabajo. Por otro lado, puedo saber que mi trabajo es importante en ciertas circunstancias pero cuando no está, tengo otros recursos y otras dimensiones de mi persona a las que puedo acudir. En este caso tengo plasticidad para adaptarme a esta situación. Las creencias pueden llegar a volverse prisiones. Necesitamos revisarlas a diario, cada vez que nos damos cuenta que estamos siguiendo rígidamente una creencia.
Una forma de nutrir la resiliencia es recordar todas las veces que ya superamos situaciones difíciles en el pasado, y cómo pudimos volver a recuperar la alegría, la sonrisa, la energía.
Recordar esto en momentos difíciles es importante, porque a veces cuando está todo muy incierto y muy oscuro, no vemos esa luz al final del túnel. Por este motivo acordarnos de momentos similares, en los que superamos una crisis, puede ayudar.
Otra cosa que ayuda es ver qué es lo que alimenta la fuente para cada uno, el alma, el ser. ¿Qué necesito? naturaleza, puedo mirar por mi ventana el cielo, puedo mirar los árboles, puedo hacer contacto con alguna planta que tenga en mi casa, ser consciente del aire que respiro y agradecerlo, si me sirve la música, escucho música, si me sirve hablar con un amigo, dibujar, o escribir. Se trata de buscar formas de alimentar la fuente, que es la que nos sostiene arraigados en medio del cambio.
Otra manera es ser conscientes de que la vida es cambio y que del otro lado de este cambio vendrán cosas buenas. Esto se llama esperanza y la esperanza no tiene nada que ver con la expectativa.
La expectativa es esperar que las cosas salgan de determinada manera, que pasen determinadas cosas, que la vida vaya de acuerdo a mis planes. La esperanza es simplemente la posibilidad de que algo bueno ocurra, con todo lo que está pasando, con que algo bueno venga del otro lado de esta coyuntura. Sostener la esperanza nos vuelve muy flexibles, muy receptivos y muy resilientes, así que nos deseo a todos grandes dosis de esperanza para pasar esta situación que estamos viviendo todos juntos como humanidad.
La auto-compasión nos vuelve resilientes porque nos saca de un lugar poco verdadero donde a veces nos ponemos, donde nos llenamos de exigencias, y nos parece que nada alcanza. Sobre todo en estos momentos en los que muchos estamos más quietos o con menos trabajo y con dudas con respecto a nuestro futuro. Es muy fácil entrar en un lugar de auto-cuestionamiento: tendría que estar haciendo éstos o tal otra persona está haciendo algo y yo no. Esos lugares nos vuelven rígidos y nos sacan del centro.
Es clave en estos momentos de crisis, poder desplegar gestos de autocompasión.
Pueden ser gestos tan simples como ponernos la mano en el corazón y registrar la angustia o el miedo que sentimos y ponerle nombre. Y saber que solamente albergándolos, pasarán. Ese gesto de volver a nosotros, de humildad, de contacto con nuestro interior, nos vuelve a poner en ese lugar de árbol arraigado. Porque si estamos en la cabeza, es muy fácil cortar el contacto con nuestra propia alimentación, con nuestra propia fuente, que es nuestro corazón. Por eso, la auto-compasión en este momento es más vital que nunca para poder permanecer flexibles y poder lidiar de la manera más sabia y más coherente con lo que está pasando.
Dedica solo 5 minutos para contarnos cómo te impacta nuestro contenido.