La vida rural impulsa la autenticidad, los valores y la coherencia

Araceli Rodríguez Vidal, Residente de Villanueva de Viver dedicada a dinamizar y fortalecer comunidades de cambio positivo

La vida rural impulsa la autenticidad, los valores y la coherencia

Vivimos en mundo muy acelerado, con mucha información y muchas veces nos creemos los mensajes que recibimos. A veces vale la pena pararse a pensar ¿cómo puedo vivir una vida en coherencia con mis valores?

Hoy tenemos el placer de conversar con Araceli Rodríguez  Vidal, Residente de Villanueva de Viver, un pueblo de 91 habitantes en el interior de Castellón desde donde se dedica a dinamizar y fortalecer comunidades de cambio positivo.  Araceli además es Co-fundadora de Sapiens Energía, una organización que impulsa la creación de comunidades energéticas en el mundo rural a través del autoconsumo y la movilidad compartida. Conversamos sobre autenticidad, valores, coherencia y sobre cómo el mundo rural propicia el bienestar, el disfrute y el balance.

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TRANSCRIPCIÓN

Ana: Araceli, bienvenida a este segundo episodio de Raíces, es un enorme placer contar contigo.

Araceli: Muchísimas gracias Ana, el placer es mío.

Ana: Uno de los temas a los que le he estado dando vueltas, es el ritmo y la frecuencia de nuestros sentimientos, pensamientos y acciones. Con toda la experiencia que tienes dinamizando comunidades tanto virtuales como presenciales y viviendo en un pueblo de 91 habitantes, ¿qué es lo que estás observando en las personas con las que estás trabajando, tanto en estas comunidades virtuales de agentes de cambio como en las comunidades rurales y en ti misma  desde el lugar en el que estás?

Araceli: Justamente esa es la gran oportunidad que para mí ha traído el mundo rural. Hace un par de días iniciaba una jornada con una comunidad preguntándoles ¿dónde se encontraban hace un año, que sentían, que tenían a su alrededor?

Invito a las personas que nos están escuchando a que se transporten también a esos momentos ¿qué tienen a su alrededor, qué personas están escuchando, cómo se sienten y dónde estamos ahora?, ¿en qué momento nos encontramos, cómo esos momentos que viví hace un año están presentes ahora mismo en mi vida? y hace un mes ¿qué me pasó, qué me sucedió, cómo eso me está acompañando ahora mismo? Incluso mirando a futuro ¿qué otras cosas están ocupando espacio mental? Y ese sentimiento acarrea esas experiencias pasadas y esa proyección a futuro.

Desde que estoy viviendo en un pueblo, lo que más me permito es conectar y vivir el momento presente desde mi auténtico yo, desde ver todas mis caras, mis facetas, entender mis polaridades, aquellos valores que confronto, situaciones en las que me comporto de formas opuestas, pero me reconozco, me aprecio, me valoro, esa para mí ha sido una de las grandísimas lecciones y oportunidades que el mundo rural ha traído a mi vida.

Ana: vaya ejercicio al que nos acabas de transportar mientras estabas lanzándonos esta pregunta porque nos ayuda a conectar con el presente y a veces cuando tomamos perspectiva de pájaro nos resultará más fácil apreciar los avances que hemos llevado a cabo tanto a nivel personal, profesional y social. Me ha gustado mucho que has hablado de conectar con tu autenticidad, que tiene que ver con los valores, los antivalores, ¿cómo actúas en tu día a día, cuáles son estos hábitos a los que te has acostumbrado que no te están haciendo bien?, ¿cuáles son los nuevos hábitos que quieres adquirir?, ¿cuál es tu chispa, qué es lo que te hace vibrar?  Nos podrías compartir un poco tus experiencias para encontrar esta receta que nos permita vivir una vida en coherencia con nuestros valores para vibrar en todo lo que hacemos,  pensamos y sentimos.

Araceli: Diría principalmente dos cosas: una dedicar tiempo a observarte a ti mismo sin emitir juicios, sin lastimarte, simplemente me di cuenta que cuando estaba con personas era muy feliz, pero también que cuando empecé a dedicar tiempo a entender aquello que tenía valor para mí en la vida también me hacía ser feliz. Me acompañaba a definir mis límites como: ¿cuántas horas quiero dedicar al trabajo?, ¿cuántas horas quiero dedicar a cuidar a las personas que tengo a mi alrededor?, ¿cómo son las personas de las que me quiero rodear?, en definitiva cuestionarte mucho.

Esta parte de escribir un diario es algo muy sencillo, dedicar al finalizar el día 15 minutos, media hora, una hora, el tiempo del que dispongas a: ¿qué tres cosas he agradecido en mi día? y vuelvo a lo del no juicio y que no necesitas hacer cosas grandiosas. Entonces, simplemente al escribirlo, me di cuenta de que eso para mí era importante. La segunda pregunta que me hacía era: ¿qué  cosas he aprendido hoy, qué cosas me ha enseñado la vida? y muchas veces no son las cosas, las experiencias, las acciones que más disfrutamos durante el día las que nos han hecho aprender más, sino aquellas que nos han tensionado.

Otra opción sería intentar retarme en el día a día a través de cosas pequeñas que me saquen de mis hábitos, de mis costumbres diarias, para realmente poder experimentar y descubrir cuál es el camino hacia esa nueva vida que me va a llenar.

Descubrí que irme a pasear por ejemplo, ayudaba a mi creatividad y que era importante rodearme de un entorno que  fuese agradable  y que además me conectarse con algo mucho más grande, que me ayudara a salir de mi yo y que me conectase con la vida, con el ecosistema, con entender que está todo mucho más conectado y lo segundo, además de dedicar ese tiempo a cuestionarnos, reflexionar, tensionarnos, salir de la zona de confort, permitir equivocarte y perdonarte mucho, porque si estás en la crítica y en la exigencia sobre ti mismo todo el tiempo, no vas a ser capaz de abrir nuevos horizontes.

Un ejemplo a nivel profesional, desde la acción a abrir proyectos y oportunidades, a colaborar con muchas cosas y  desde ahí me di cuenta  que algunas de las cosas con las que inicialmente me había comprometido no me llenaban o porque en unos casos las personas que no compaginaban conmigo al 100%, en cuanto a valores compartidos o porque me había comprometido muy ilusionada porque creía en el proyecto. Iba definiendo mi camino y al principio me fustigaba mucho porque me había comprometido con otros y cómo los iba a dejar tirados, qué mala persona era por haber dado esos pasos y  acabé dándome cuenta de que desde la honestidad, comunicando con claridad y siendo honesta conmigo misma, al final conseguía acercarme más a donde yo quería estar.

Permítete equivocarte contigo mismo,  dibujando caminos, porque de cada error vas a sacar un aprendizaje y  ahí es donde está la riqueza que te va a acercar más a quién quieres ser y dónde quieres estar y cómo quieres que sea tu realidad y  además, es algo que va cambiando con los años, nunca es definitivo.

Ana: En un estudio que leí sobre psicología positiva en el que hicieron una investigación sobre monjas que estaban en clausura (estamos hablando de principios del siglo XX), se dieron cuenta de que aquellas monjas que tenían su diario y escribían agradeciendo todos los días, vivían el doble de aquellas monjas que primero no escribían o lo que escribían era más bien cotilleo y cosas negativas. Entonces está demostrado científicamente que todo lo que estás diciendo tiene sentido y aparte de hacerte sentir bien en tu día a día y estar más presente, tiene el potencial de alargar la vida.

Araceli: Fantástico.

Ana: ¿Dónde ves la relación entre esta parte de crecimiento personal y el mundo, el entorno rural y natural?

Araceli: Por una parte, la conexión que siento es que simplemente mi cuerpo al estar aquí y observar la vida que hay fuera, me pide por las mañanas empezar el día tomándome un café, sentada en el banquito que tengo delante de mi casa y pasarme veinte minutos simplemente observando las montañas que tengo enfrente de mi casa. Arrancas el día desde un lugar totalmente distinto, donde estás mucho menos acelerado, arrancas el día desde ese agradecimiento a la vida por poder ser y estar en este momento, aquí y ahora y cuando aterrizas en una reunión lo haces con una sonrisa, con energía mucho más calmada que llega y trasciende, incluso a través de la pantalla.

Por otra parte, hábitos saludables también en cuanto al moverte, voy a disfrutar de la brisa, de los olores, hay cosas que van mucho más allá y esa actitud disfrutona, es el tercer factor que ayuda o que motiva una vida mucho más saludable aquí en el entorno rural, veo ¿cómo se cultivan los vegetales, cómo el pastor pasea a sus ovejas?, estoy en contacto directo con aquello que me va a nutrir, entonces lo disfruto con un mayor respeto y eso hace que cuando como incluso lo siento de forma distinta,  siento que me nutro, no que me alimento. En resumen, te diría encontrar espacios, hábitos saludables, encontrando espacios para estar contigo misma, dándole el tiempo que requiere a cuidarse a uno mismo desde las distintas dimensiones y perspectivas.

Ana: ¡Fantástico! Tienes una vida muy mindful, porque tú eres de pueblo. ¿Cómo ha sido tu proceso para llegar a este estado de disfrute y balance?

Araceli: Bueno, nací en un pueblo de 15000 habitantes, me crié allí, acabé la carrera y decidí irme al extranjero buscando una oportunidad profesional y no se me ocurrió otra cosa que irme a Londres, una ciudad pequeñísima. Nunca en mi vida me he sentido tan sola y tan abrumada. Está claro que la ciudad también me trajo en su día y cada lugar te trae cosas distintas y creo que también va muy acompasado al momento vital en el que estés o incluso la edad que tengas. Primero me fui a Londres, luego me fui a Holanda, empezamos viviendo en una ciudad y acabamos mudándonos a Holanda, también a un pueblecito pequeño y luego regresé. He estado viviendo en un pueblo de 4000 habitantes y ahora he decidido dar este paso y mudarme a este pueblecito y  vuelvo al agradecimiento.

Ana: Claro, es que al final eso es lo que te va a hacer vivir mejor y más tiempo.

Araceli: Eso es, por ejemplo, un día estaba por aquí paseando por las por las montañas y de repente se pone a llover y todavía estábamos con el COVID y pasa un hombre con su furgoneta y me dice oye guapa, (una de las cosas que más me gustan del pueblo esta parte de apoyo comunitario) te vas a mojar, sube que te llevo y yo me pongo mi mascarilla, me pongo todo, me subo a la furgoneta y el hombre me dice tranquila, tú no te preocupes, si yo ya he pasado el COVID y ya estoy vacunado y no hace falta que te la pongas. Se me ocurre preguntarle pero usted ¿cuántos años tiene? y dice tengo 85. 85 años, va todos los días a labrar sus campos, todavía conduce y no lo veo parar, lo veo todo el día movimiento. Entonces, ojalá nosotras lleguemos a eso, a esa edad, siendo independientes, teniendo una vida activa y disfrutando de las pequeñas, grandes cosas de la vida y esa es la actitud que le veía a ese hombre y de la que quiero aprender estando aquí.

Ana: Eso me lleva a pensar directamente en todas esas historias que nos hemos contado a nosotros mismos, pensando que tenemos que tener no sé cuántos seguidores en Instagram, que ganar miles y miles o millones y al final muchas personas que se basan en estos principios de éxito establecidos ya en la sociedad que hemos estructurado y estas narrativas que nos hemos creído y creado, mueren de un ataque al corazón.

Araceli: Totalmente, es ponerte exigencias externas e incorporar estereotipos o etiquetas que realmente no van contigo y  ahí me has llevado a conectar con algo que he observado, por ejemplo mi familia, como has dicho, yo soy de pueblo y orgullosa de ser de pueblo.  Mis padres cuando de pequeños visitaban la ciudad y se les hacía de menos, porque eran de pueblo. Porque además aquí en Valencia hablaban valenciano, etc. Entonces, ¿cuál era su solución a esto, su reacción? Incorporar los estándares que veían en la ciudad a sus vidas para sentirse acogidos cuando se movía en esa comunidad que era diferente a la suya. Entonces pasamos de mi madre cosiendo los vestidos que eran totalmente hechos, encajados en nuestra personalidad, a ir a pasar el tiempo libre al centro comercial y comprar patrones estandarizados de modelos estandarizados para poder encajar.

Eso es lo que a veces las redes sociales, ¿cómo te pones presión a ti mismo para encajar? Y cómo en lugar de conectar con tu auténtico yo y darte la oportunidad de ver tus distintas caras, te centras en crear una careta para que otros te reconozcan en lugar de reconocerte a ti mismo.

Ana: ¡Qué fuerte! Y ahora tú estás construyendo toda esta estructura que se empezó a construir en tu infancia para volver a conectarte contigo mismo y ser más auténtica, parece increíble, Araceli. Sobre todo pensando en el tema de la identidad, porque has dicho yo soy de pueblo y con orgullo. ¿Qué significa esto para ti?

Araceli:

Ser de pueblo es permitirme ser yo por una parte y poderme mostrar de forma auténtica sin tener que ponerme ningún traje.

Siento que cuando voy a ciertas reuniones y hay unos determinados perfiles, tengo que encajar con esa realidad, entonces me disfrazo, esa es una parte, la otra parte y que me hace sentir muy orgullosa de ser de pueblo es la parte comunitaria, dejar las llaves puestas en la puerta de casa, poder llamar a la puerta de la vecina y pedirle huevos, que mi vecino de abajo tenga las llaves de mi casa para que cuando me voy de vacaciones pueda subir a cuidarme los perros, conocer a mis vecinos, saber quiénes son. Que cuando subo en el ascensor preguntarles ¿qué tal están, cómo les ha ido el día?, empatizar.

Esa preocupación genuina por el bienestar del otro y ese valor de la confianza que nos hace conectar realmente y no contraponer, no estar en lucha por la superioridad de uno frente al otro. Entonces, me siento orgullosa por la autenticidad del pueblo, por la parte comunitaria, por el respeto y cuidado al entorno del lugar. Me siento orgullosa de mi pueblo y desde ese sentimiento de orgullo y de pertenencia.

Siendo un pueblecito de 90 habitantes en Villanueva de Viver tienen distintos concejos y  los habitantes se implican y por ejemplo, este fin de semana el Concejo de Medio Ambiente organiza una actividad para ir a limpiar el monte y luego tienen un almuerzo de hermandad donde se sientan todos juntos a almorzar, a compartirse, a saber cómo están,  simplemente a conectar. Eso es lo que me lleva a sentirme orgullosa y además, aquí en Valencia, el shock de Poble, he dicho en valenciano, ocupa muchas camisetas.

Ana: Claro que sí. Increíble todo lo que estás diciendo, al principio estabas hablando de cómo conectarte contigo misma y volverte mejor persona, porque al final te está siendo fiel a ti misma y sientes, piensas y haces desde un lugar de abundancia y de bondad. Y una de las cosas que me estaba pasando por la cabeza a lo largo de nuestra conversación era la parte de la soledad, porque el proceso de búsqueda, cuestionarse, encontrar el balance, puede parecer un proceso como muy solo. Y ahora has venido y le has metido el broche de compartir en comunidad y me preguntaba ¿cómo encuentras estos espacios en soledad?  Estando en un entorno tan pequeño ¿cómo encuentras este balance y crees que esto del infierno es un mito?

Araceli: Creo que es muy fácil encontrar el balance entre encontrar tus espacios de soledad y de convivencia con la comunidad porque el entorno lo permite, lo facilita, desde ahí  no existe ninguna barrera. Sí que me gustaría desmitificar un poco esta parte del infierno, es cierto que en un pueblo la comunidad es muy pequeña y la voz corre muy rápido, todo el mundo está informado de todo lo que sucede, esto es cierto, creo que ahí entra mucho la actitud con la que lo afrontes.

Entonces, por ponerte un ejemplo, la primera semana que estuve aquí no conocía a nadie, la segunda semana salía a la puerta de mi casa y empecé a saludar a distintas personas y alguna le expliqué mi caso, la tercera semana ya me paraban por la calle para preguntarme qué me había llevado a querer vivir en este pueblo, ¿por qué justamente este pueblo, de qué trabajaba? ya llegaban  los interrogatorios. Te lo puedes tomar como que es intrusivo o te lo puedes tomar como una muestra de interés y de curiosidad por querer entender quién eres, cómo te pueden ayudar y cómo te pueden acompañar. Entonces, gracias a abrirme, testeando si me adaptaría a esta vida, si esta vida me llena, sí podría vivir aquí,  gracias a eso encontré la casa en la que estoy viviendo.

Hice tres amigas nuevas, entre ellas una mujer que tendrá 80 años, que tiene la llave de mi casa, la señora María, que sé que cualquier cosa que necesite puedo ir a pedirle. Encontré a Sonia, que es una chica más de mi edad, que además también tiene perros, con la que puedo ir a tomar alguna cerveza y charlar.

Entonces entiendo que si vienes de un entorno donde la vida es más individual y menos colectiva es un salto que puede dar un cierto vértigo y al que te tienes que acostumbrar, pero si te lo tomas como un interés genuino, curiosidad y querer aprender de ti también, al igual que tú puedes aprender de ellos, es una oportunidad para conectar con esas personas y hacerlo desde la autenticidad y sin tener que mostrar una doble cara ni ninguna postura, es una oportunidad de practicar la honestidad contigo mismo.

Ana: Totalmente cierto. De hecho, justo el otro día al volver de rural, porque vivo en un edificio que habrá unas 100 personas y ahí pensé cómo puede ser que somos más que en Artieda, que partidas son 70 y en Artieda ya tengo un montón de relaciones súper buen rollo, o sea que un día tengo un día malo y todo el mundo lo sabe y no pasa nada y lo respetan. Y aquí no tengo ni idea de quién está viviendo encima mío ni debajo y pensé, ¿qué pasa si hago una invitación a los vecinos? Lo cuelgo abajo en el portal y digo casa abierta el viernes en el segundo A, a ver qué pasa y luego te cuento a ver qué tal.

Araceli: Interesante, pruébalo por favor,  ya quiero saber cuál es el resultado.

Ana: Sí, Araceli está siendo un placer hablar contigo. Has hablado de la intergeneracional, de tu amiga la señora María de 80 años, y no sé si quieres compartir tu aprendizaje nutriendo relaciones con personas diferentes a ti de ¿cómo esta diversidad te está aportando?

Araceli: Creo firmemente que lo necesitamos, ya no a título individual y por eso me dedico a facilitar la creación de comunidades. Lo que necesitamos para conseguir progresar de forma colectiva, sin dejar a nadie atrás y cuidando nuestro planeta, la vida como se merece y  esa intergeneracional  nos da la oportunidad de por una parte, conectar con otras realidades y  con esa sabiduría de la vida. Yo tengo 38 años, pero la señora María tiene 80 y la señora María, esto que yo estoy viviendo ya lo ha pasado en su vida, entonces me puede entender, puede empatizar conmigo y me puede acompañar en el camino, desde una realidad totalmente distinta y desde ahí me puede abrir horizontes que todavía no he explorado y que por mí misma sería incapaz de siquiera ver que existen. Entonces, me parece que esa es una oportunidad maravillosa que el entorno rural nos proporciona y que además la señora María y toda su generación merecen estar acompañados. Nosotros estamos hoy aquí, tenemos estas oportunidades de cuestionarnos, si queremos estar en la ciudad o en el pueblo, o si queremos esta carrera profesional o la otra, porque la señora María y su generación lucharon mucho y se merecen nuestro respeto. Así que desde ese respeto, desde esa admiración, escuchemoslos y aprendamos muchos de ellos.

Ana: Muchísimas gracias, Araceli por compartir.

Araceli: Gracias a ti, querida.

Ana: Esto es Raíces, una serie para que conectes y te inspires con otra manera de sentir y hacer, porque echar raíces te hace libre.

 

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