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¿Cómo podemos involucrar y escuchar a grupos de actores muy diferentes para crear iniciativas que satisfagan un universo tan amplio de necesidades? Lo primero es entender cuáles son las necesidades de estos actores.
Hoy hablamos con María Díaz Durillo de Proyecto Kieu, una asociación dedicada a ampliar los horizontes de desarrollo de los y las jóvenes en la comarca de La Sagra en Toledo. María nos comparte las la importancia que tuvo el proceso de escucha para poner en marcha Proyecto Kieu y lo clave que sigue siendo hoy en día para que sus iniciativas sean sostenibles.
María nos comparte su recorrido, sus fracasos y las lecciones aprendidas para que podamos llevar a cabo un buen proceso de escucha desde el principio. Una de las claves es entender que las personas estamos acostumbradas a demandar. Pedimos una bolera, un coche o una camisa.
En el proceso de escucha queremos entender las necesidades de las personas. El tema es que detrás de las demanda yacen las necesidades. Si somos capaces de decodificar las demandas, podremos entender las necesidades detrás de las mismas. María nos explica cómo entender estas necesidades y mucho más.
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Proyecto Kieu nace, como asociación, del impulso de varias jóvenes españolas que nos encontrábamos viviendo en Vietnam y que nos impactó mucho la realidad de las mujeres allí. El nombre de hecho es vietnamita; Kieu es la protagonista, una señora muy luchadora y la heroína de Vietnam.
La organización nació dentro del marco de los Derechos Humanos para trabajar por la Dignidad de las Personas y la Justicia Social. Y en eso seguimos igual. Lo que pasa es que se ha reconvertido un poco en los objetivos concretos: lo que ahora hacemos es desarrollo local en este territorio concreto de la Sagra y lo hacemos desde el colectivo juvenil, que nos pareció que era uno de los colectivos que más estaban sufriendo la crisis entonces y más desatendidos estaban
Fue complicado, porque sí es verdad que hay una brecha, entre los adultos y los jóvenes más pequeñitos. Nosotros trabajamos con jóvenes desde la pubertad (12, 13 años), hasta que son jóvenes adultos (30 años), entonces dependiendo de la edad hay diferentes estrategias. Pero es verdad que nos costó, nos costó que nos escucharan los más chiquititos a nosotras las adultas. Pero por el camino hemos encontrado una metodología estupenda, la Metodología de Procesos Correctores Comunitarios.
Es una herramienta estupenda que tiene que ver con escuchar, escuchar la demanda de las personas, y entonces a través de unos indicadores se puede decodificar la necesidad que existe detrás de la demanda.
En el caso de los adolescentes es bastante claro porque es un colectivo homogéneo por el proceso vital que viven. Un ejemplo: cuando fuimos a ver a jóvenes de pueblos pequeños donde se escucha “aquí no hay nada que hacer” o “no tenemos nada que hacer”, les decimos, ¿qué queréis? “Queremos una bolera, queremos un centro comercial, queremos ir de compras”. Todo eso no se puede hacer en el contexto en el que nos encontramos; esto es lo que los jóvenes están demandando.
Pero ¿qué necesitan estos jóvenes?
Estas cosas nos permiten ir entendiendo cuál es la distancia entre la demanda que nos dicen y la necesidad que subyace a esa demanda. No puedes hacer lo que tu quieras en los procesos que hacemos. Todo tiene que estar ajustado a lo que la gente demanda y a lo que necesita. Cuando entiendes sus necesidades, puedes proponer estrategias que van cerrando esa brecha.
Al principio tendíamos a enfadarnos “estos chicos super consumistas”, y les dábamos la lección. Yo venía con mi propio cuento. He vivido en Vietnam, sé lo que significa el textil rápido y toda la injusticia que genera. Tuve que salirme de mi y entender que no necesariamente estaban hablando de consumismo, estaban hablando de la necesidad de probar cosas a través de la ropa. Cuando entendí esto, me di cuenta de que lo que necesitaban, se podía arreglar de otra forma. Empezamos a organizar quedadas para dejarnos la ropa unas a otras o unos a otros, no necesariamente comprando.
La asociación ha ido creciendo muy orgánicamente, empezamos en 2010 yo sola con otra compañera (vecina del pueblo). La asociación ha ido creciendo y ha pasado del voluntariado a la profesionalización. Entonces en este proceso de escucha, también la asociación ha ido incorporando dentro de la plantilla a gente joven que es parte de la historia. Ahora somos 12 personas y sólo yo soy mayor de 40 y sólo otra persona es mayor de 30.
Nuestra plantilla es muy joven y esto facilita mucho el contacto con el propio colectivo.
Lo más interesante de todo que yo entendí al ponerme en marcha en mi propio pueblo es que hay mucho poder cuando uno hace las cosas desde adentro. Yo estoy trabajando en mi pueblo y los jóvenes de la asociación Kieu están trabajando dentro de su propio colectivo. Los jóvenes que trabajan en Proyecto Kieu son líderes de su propio colectivo y esto es muy útil.
Muchos de nuestros proyectos nacen de los propios jóvenes; de la decodificación de estas demandas o desde los líderes que dicen, “aquí haría falta esto”. Es muy orgánico, más bien informal. Está canalizado pero todo surge de manera muy orgánica. De todas las actividades van saliendo ideas y vamos filtrando las ideas que luego se ponen en marcha en forma de un nuevo proyecto. También hay iniciativas que de las que no salen nada. Vamos validando y las cosas que vemos que van enraizando bien, las apoyamos con más recursos o buscamos financiación grande.
Todas las cosas que hacemos son como pequeños pilotos que nacen del colectivo y que después se van desarrollando o no en función de lo que el propio colectivo nos devuelve.
Como Asociación trabajamos en soñar lo siguiente; estamos con un público que traerá el futuro, son el presente pero traerán el futuro, entonces trabajamos mucho en el sueño: Tenemos un sueño y lo vamos construyendo juntos. En este sentido sí cuesta, porque hay gente más soñadora y ve más a largo plazo y gente que no lo ve. Es muy difícil explicar a largo plazo algo que no existe a alguien que no lo ve.
Y los primeros años fueron difíciles porque no se entendía lo que estábamos haciendo, no se entendía la propuesta. El trabajo de juventud en nuestra Comarca era prácticamente inexistente a salvo de honrosísimas excepciones. Ahora bien, una vez que planteamos los primeros proyectos de intercambios intercultural gracias a los Programas de Movilidad Europeos, planteamos encuentros con otros jóvenes en Europa donde esto sí existía, y entonces se vió, se entendió. Los primeros jóvenes que fueron a Finlandia, a Francia y a Italia y vieron los movimientos asociativos juveniles que había en otros países dijeron “yo esto lo quiero para mí”. De esos primeros chavales con los que empezamos a trabajar, hay dos o tres en el equipo ahora mismo liderando grupos.
Los propios trabajadores de la Asociación han sido usuarios cuando eran chiquititos.
Al principio no se entendía el concepto de Derechos Humanos como se entiende en el mundo de Cooperación Internacional. Era un tema de lenguaje. Yo, que soy la más vieja dentro de la asociación, he tenido que ir entendiendo cuáles son los códigos y sobre todo a funcionar con humildad de “por aquí no es”. Para eso tuve que sacarme toda mi armadura teórica conceptual y ver que aquí no entra, tengo que encajarla desde otro sitio.
Poco a poco fuimos involucrando y colaborando con los diferentes actores que rodeaban al colectivo de los jóvenes. Si no hubiera sido por las madres, nada hubiera salido. Si no hubiera sido por los ayundamientos, no podríamos haber avanzado con muchas de las iniciativas. No es fácil incluir y colaborar con grupos tan diversos, pero luego al final hay un tema de elaborar la contradicción.
Todo el mundo tiene mucha contradicción que elaborar. Cuando me dirijo a las madres o a los chicos les cuento lo mismo, pero diferente, la narrativa es la misma, pero utilizo diferentes formas.
Por ejemplo, nosotros utilizamos Instagram para comunicarnos con los jóvenes. Hay unos jóvenes de nuestro colectivo que son pequeñitos, que son adolescentes, que todavía tienen que tener un poco de supervisión paterna o materna, pero no dentro de instagram, porque sería como si los chavales invitasen al parque a sus padres. Sin embargo para los padres usamos Facebook contando lo mismo y respetando la intimidad de la chavalada que está en Instagram. Siempre incluimos los datos necesarios para que los padres de menores de edad estén tranquilos y sepan que sus hijos están en otro sitio (Instagram), supervisados por alguien. Es super gráfico.
Y así trabajamos también en la realidad, con el mismo mensaje pero adaptado.
Por ejemplo, en el proyecto “Pueblo y Yo” creamos un espacio de diálogo entre diferentes jóvenes y responsables políticos en 4 pueblos. Sabíamos que no podíamos dejar a los alcaldes que dieran su chapa y sabíamos que no podíamos dejar a los chavales que fueran con su actitud, que muchas veces no es la más correcta. Entonces había 4 sesiones de trabajo por pueblo.
En la primera sesión nos pasamos 4 horas jugando con los jóvenes y los responsables políticos. El 2do y el 3er día, ya había un tono común, como que habían entrado desde lo afectivo. Con el juego pudimos cerrar la brecha no sólo desde lo intelectual o conceptual sino también desde lo afectivo. Al final somos todos vecinos del mismo pueblo y si nos preguntas queremos todos las mismas cosas: que es que al pueblo le vaya bien, que las fiestas salgan bien, que haya oportunidades o que llegue el autobús.
A nosotros lo que nos ha servido es el trabajo en red. Entender que somos parte de algo más grande, trabajar con otras asociaciones del territorio y fuera del territorio. Y trabajar en red significa no competir.
A veces nos sale la vena competitiva. Vienen a nuestro territorio y decimos “¿y estos quién son?» Pero cuando te paras a pensar, te das cuenta de que en nuestro territorio hay necesidades para trabajar hasta el infinito por desgracia. Es importante respirar cuando te dan ganas de competir porque por ahí no es.
Y organizarse: Creo que el asunto es juntarse con otros y es estar trabajando juntas. Porque sino, entramos en lo peor que nos ofrece la sociedad actual que es esta cosa de individualismo salvaje y no cuento con nadie. Esta creencia de «soy autosuficiente» en realidad es mentira, toda realidad es interdependiente.
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